La lucha contra la desigualdad
Cosas de mujeres
La batalla contra la violencia machista no la ganaremos con cuotas ni coerciones, sino cuando los hombres la asuman como algo propio
Olga Merino
Periodista y escritora
Escritora y periodista. Master of Arts (Latin American Studies) por la University College of London (Beca La Caixa/British Council). Fue corresponsal de EL PERIÓDICO en Moscú en los años 90. Profesora en la Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès. Su última novela: 'La forastera' (Alfaguara, 2020).
OLGA MERINO
Cuando coinciden en el tiempo noticias como el juicio por la tan presunta como asquerosa violación colectiva de La manada, en los Sanfermines del 2016, cuando se solapan, digo, sucedidos como el tropel de denuncias contra Harvey Weinstein, el todopoderoso productor de Hollywood –¿se confirma acaso que la cara es el espejo del alma?–, una se siente en la obligación moral de meter baza. Por ser mujer y, encima, con el privilegio de una tribuna pública desde donde alzar la voz. Y, sin embargo, confieso que muchas veces preferiría escurrir el bulto, hablar de otros asuntos con más vuelo, del atentado en Egipto o de las elecciones que se nos vienen encima, como si la violencia de género fuera, en efecto, un fleco menor. Por eso me congratulo tanto cuando un varón se hace eco de la cuestión convirtiéndola en algo suyo.
El común de los hombres ni viola ni maltrata. A lo que quisiera referirme es a las menudencias del día a día que sustentan lo gordo: la zancadilla, el comentario malicioso en voz baja, el chistecito en el que todos –nosotras, también– hemos participado («¿Qué hace una mujer fuera de la cocina? Turismo»). Parte del problema radica ahí: las mujeres hemos interiorizado en exceso la letra pequeña del discurso porque así nos lo enseñaron nuestras madres y así lo perpetuamos nosotras en nuestras hijas y amigas cuando la vida las coloca frente a tesituras que traspasan la frontera de lo políticamente correcto. «Bah, no eches cuentas»; «no te metas en jardines»; «total, tienes todas las de perder». La vieja canción de «las cosas son como siempre han sido».
Leo que una encuesta del 2014 indica que casi la mitad de las mujeres europeas habían sufrido ese año abusos sexuales en mayor o menor medida, y que muy pocas lo denunciaron. Aunque la cifra es espeluznante, la batalla no la ganaremos con cuotas ni coerciones, sino cuando los hombres la asuman como algo propio. Alguien dijo que el feminismo es demasiado importante como para dejar a los caballeros al margen. Vosotros también sois padres, hermanos, profesores, compañeros de trabajo.
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