Daños colaterales

El colosal disparate que se vive en Catalunya por culpa del independentismo tiene al borde mismo del hartazgo (cuando no lo ha rebosado ya) la capacidad de observación y de absorción que tiene cualquier ciudadano ante la avalancha de las declaraciones, de los hechos y de las noticias que le llegan como un torbellino sin fin. Ha sido tal la magnitud del despropósito que ha mermado hasta el límite más razonable cualquier talento para hacer un análisis crítico y cabal de la situación. Pero estamos obligados a hacerlo, a no perder la paciencia, a no desentendernos, a evaluar con serenidad y realismo lo que sucede y a tener muy presentes los cuantiosos riesgos de avanzar en el camino de lo absurdo que algunos nos proponen.

A estas alturas sabemos que la ley se ha incumplido gravemente en Catalunya y que la ley se está reponiendo (y exigiendo su cumplimiento) gracias al Gobierno de Rajoy hasta volver a recuperar la normalidad. La convivencia en Catalunya se ha dañado en todas sus manifestaciones, sin escatimar las dolorosas secuelas familiares o amistosas. El deterioro económico y social es patente y lamentable. Las instituciones públicas catalanas deben sacudirse la gruesa capa del manoseo secesionista para recuperar su verdadero sentido y dignidad. Y la democracia tiene que imponerse al final con toda su fortaleza.

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Medios de comunicación manipulados

No hay democracia sin libertad de información. No hay democracia con medios de comunicación manipulados, fuleros o embaucadores como estamos viendo en los medios públicos en Catalunya. El catálogo de abusos, engaños y falsificaciones de la verdad que acumula la cadena pública catalana es tan burdo como enciclopédico. La senda de la recuperación democrática en Catalunya pasa también por tener al alcance opciones informativas que sean libres, independientes y veraces.

Mal que les pese a algunos, la Corporación RTVE desempeña en estas complejas horas una garantía de libertad, objetividad, cohesión y pluralidad en Catalunya. Solo por eso sus trabajadores sufren los ataques furibundos de los independentistas. Por eso se zarandea, insulta y descalifica a sus profesionales. Y por eso mismo hay que darles y transmitirles el mayor respaldo, el apoyo más intenso y la defensa más firme.

La primera obligación de RTVE es defender los valores cívicos y constitucionales. Es su principal razón de ser como servicio público esencial. Así lo hace cada día en Catalunya en un ambiente social corrompido por los radicales secesionistas. Se dice que son daños colaterales de una alocada aventura que no tiene ninguna justificación y que no puede recibir el amparo activo o pasivo de ningún ciudadano.

Cuando se pisotea la libertad de información se ataca la espina dorsal de la democracia. Cuando se mira hacia otro lado mientras se desacredita con saña a los trabajadores de RTVE se está contribuyendo al pensamiento único y cerril de la independencia. Creo sinceramente que estamos en deuda con estos trabajadores que, extenuados por la carga de trabajo y asfixiados por el tufo soberanista, realizan su tarea con el mayor rigor, con la mayor entrega y al servicio último de la democracia, o sea de todos nosotros. Gracias, una vez más.