Órdago independentista
Puigdemont y su democracia antieuropea
En Europa se puede defender lo que se quiera pero sin quebrar la ley porque no estamos en el Far West
Carlos Carnicero Urabayen
Periodista.
CARLOS CARNICERO URABAYEN
¿Qué se siente al pasar de ser, en 24 horas, president de una de las comunidades más prosperas de Europa a deambular por las calles de Bruselas sin protocolo, sin agenda, sin la parafernalia típica del poder e ignorado por todas las instituciones europeas? Sin duda, depresión. Y, a lo que parece, una agresividad e irritación in crescendo. La situación personal de Carles Puigdemont puede invocar lástima, pero mientras siga agitando su antorcha quema caminos sin fronteras estamos obligados a arrojar agua. A la tentación populista que acaricia el procés desde hace tiempo, se unen ahora los quiebros argumentales propios de quien está desesperado por evitar la cárcel.
Dice Puigdemont en un artículo publicado en The Guardian The Guardianque más que su futuro personal, lo que está en juego es «la democracia». «Estamos acusados de sedición, conspiración y rebelión por llevar a cabo un programa electoral que nunca ocultamos». Añade: «En España puedes ser un partido independentista, pero solo si no gobiernas». En realidad, es sencillo, en España y en toda la UE puedes defender lo que quieras, pero habrás de hacerlo sin quebrar la ley. Europa no es el Far West.
La democracia según el president depuesto debe dar carta blanca, inmunidad incluida, al gobernante para llevar a cabo su programa electoral. La voluntad expresada por una mayoría –en este caso parlamentaria y ni siquiera social según las elecciones del 2015– no debe tener límites constitucionales ni penales para sus ejecutores. No les deseo este modelo democrático a los latinos que se protegen de Trump como pueden, armados con la Constitución norteamericana y otras garantías procesales.
La tentación populista
En Europa es conocida la tentación populista de arrojar el derecho a decidir por encima de las minorías y el respeto a la ley. Le pasa al líder húngaro, Viktor Orbán. Boicotea el plan de acogida de refugiados de la Comisión Europea. Incluso organizó un fallido referéndum sobre el tema en el que ni siquiera votó el 50%. En ocasiones ha amenazado con reinstaurar la pena de muerte en Hungría, pero se lo impiden las reglas de la UE. Europa está construida a base de pesos y contrapesos para evitar calentones populistas. Puede parecer aburrido, pero ha sido la clave del éxito de vivir en paz.
Puigdemont ha tenido que llegar a Bruselas para darse cuenta de que su visión de la democracia choca frontalmente con la UE. Quiere salvar la democracia en Europa, pero solo le siguen en Bruselas los alcaldes con sus varas. Aturdido por el tic tac procesal, Puigdemont ha acusado a la UE de connivencia con el «fascismo español». Josep Maria Terricabras, eurodiputado de ERC, ha dicho de forma burlona que Juncker viene de un país más pequeño que algunas ciudades catalanas y que Luxemburgo podría fusionarse con Alemania. No es la mejor forma de hacer amigos en la capital europea. Atentos, en el horizonte: el abrazo mortal del procés.
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