Órdago soberanista
Una respuesta 'tercerviísta'
Rajoy puede recoger el guante de Puigdemont o emplear la espada de Damocles que supone el artículo 155
Astrid Barrio
Profesora de Ciencia Política de la Universitat de València. Miembro del Comité Editorial de EL PERIÓDICO
ASTRID BARRIO
Después de la primera carta del president presidentde la Generalitat el pasado lunes en la que ni se confirmó ni se desmintió nada, y teniendo en cuenta el encarcelamiento de los Jordis, las presiones procedentes del mundo económico en forma de fugas y la persistencia de las voces europeas que siguen reclamando el retorno a la legalidad y el descarte de las vías unilaterales, Puigdemont lo tenía muy complicado para dar una respuesta capaz de contentar a los distintos actores que le pedían acciones de signo contrario.
Desde el Gobierno de España, PSOE y Ciudadanos se le exigía confirmar que no se había declarado unilateralmente la independencia como único camino para evitar la activación del artículo 155 de la Constitución. Desde las entidades soberanistas y desde la CUP se le pedía confirmar la declaración de independencia y hasta levantar la suspensión, mientras que desde ERC y CDC se ha mantenido una posición más posibilista.
Los guiños del ‘president’
Y pese a las dificultades para conciliar demandas opuestas, la segunda carta de Puigdemont ha incluido guiños encaminados a obtener el reconocimiento de todas las partes. Mantiene el mandato emanado del 1 de octubre tal y como reivindica el independentismo aunque no ha elevado la suspensión, sigue tendiendo la mano al diálogo tal y como estos –y los no alineados– piden. Y sobre todo el texto reconoce, tal y como el Gobierno central y las instituciones europeas reclaman, que no hubo declaración formal de independencia porque esta no fue votada. Una respuesta muy de tercera vía porque implica renuncias y puntos de confort para todas las partes.
Si desde el Gobierno central se quería un gesto, ya lo tiene. No hubo DUI, aunque se diga con la boca pequeña. Otra cosa es que se pretenda una humillación pública. Eso no lo tendrá. Ahora a Rajoy solo le queda optar entre recoger el guante que sutilmente le ha lanzado Puigdemont o sucumbir a las presiones inconscientes que buscan la derrota del adversario en vez de la resolución del conflicto y dejar caer la espada de Damocles del artículo 155 que, al final, puede acabar siendo letal para todas las partes.
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