Turquía en el avispero sirio
Ignacio Álvarez-Ossorio
Catedrático de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad Complutense de Madrid.
Ignacio Álvarez-Ossorio
Erdogan parece cada vez más decidido a enfangarse en el avispero sirio. Después de varios años respaldando a los grupos rebeldes que combaten contra el régimen, Turquía ha dado un giro de 180 grados y ha pasado a coordinar sus movimientos con Rusia e Irán, precisamente los dos principales respaldos de Bashar el Asad.
En la sexta ronda de negociaciones de Astana celebrada a mediados de septiembre, estos tres países acordaron extender a la norteña provincia de Idlib el cese de hostilidades implantado ya en otras zonas para tratar de desescalar el conflicto y buscar una solución negociada. El principal problema es que dicha provincia se encuentra bajo el control de Tahrir al-Sham, una coalición de grupos yihadistas liderada por el antiguo Frente al-Nusra (la franquicia siria de Al-Qaeda), que interpreta este movimiento con un plan encubierto para liquidar a la oposición y deshacerse de los rivales de Bashar el Asad de manera gradual.
Probablemente no le falte razón, ya que las heterogéneas fuerzas opositoras parecen haber sido abandonadas a su suerte tras la caída de Alepo el diciembre pasado. Este acontecimiento marcó un punto de inflexión en la guerra y una reorientación de la política exterior turca. Si durante años reclamó sin éxito la caída de Asad, ahora parece que la máxima prioridad de Erdogan es evitar que los peshmerga kurdos afiancen su autonomía en el Rojava, el Kurdistán sirio, y consigan imponer un Estado federal cuando finalice la guerra.
En este sentido debe recordarse que ya en verano de 2016, el ejército turco lanzó la operación Escudo del Éufrates para evitar que las Unidades de Protección Popular (YPG) conectasen los diferentes enclaves kurdos en Siria, ya que de hacerlo pasarían a controlar prácticamente toda la línea fronteriza entre ambos países. Pese a las reiteradas protestas de Ankara, la administración de Trump no ha dudado en enviar armamento pesado a las YPG, a las que considera un aliado indispensable en la lucha contra el autodenominado Estado Islámico. De hecho, los peshmerga están teniendo la voz cantante en la ofensiva desencadenada contra Raqqa, cuya caída es prácticamente cuestión de días.
Protectorado de facto
Consciente de que Rusia e Irán han impuesto un protectorado sobre Siria, Turquía ha optado por aproximarse a estos dos actores para tratar de que sus intereses sean tenidos en cuenta en el futuro. La compra del escudo antimisiles ruso S-400 por parte de Turquía, una pieza esencial de la OTAN, es una buena muestra de ello. Ankara también ha comprometido su colaboración en la pacificación de la provincia de Idlib, el mayor feudo en manos de los rebeldes, que según lo acordado en Astana debería ser repartida en tres zonas de interés bajo control turco, ruso y sirio. El mayor escollo para lograrlo es Tahrir al-Sham, cuyas posiciones están siendo bombardeadas desde hace semanas por la aviación rusa, y contra las que el ejército turco podría lanzar una ofensiva en los próximos días.
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