¿La cara, un espejo del alma?

Algoritmos y sexualidades

El 'descubrimiento' de la orientación sexual de una persona a partir de una foto del rostro encierra peligros

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BEGONYA ENGUIX

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Recientemente, científicos de la Universidad de Stanford (Estados Unidos) han desarrollado un algoritmo que permite descubrir la orientación sexual de una persona mediante el uso de fotografías de su rostro. Con cinco fotografías tiene una fiabilidad del 91% para los hombres y del 83% para las mujeres. El algoritmo es más fiable que las personas, pues a ojo solo acertamos con el  61% de los hombres y el  54% de las mujeres.

Este algoritmo parte de la idea de que existe una determinación e inscripción biológica de la  orientación sexual,  que así puede ser conocida o descifrada. No obstante, son tantas las investigaciones  que demuestran la existencia de una base biológica del comportamiento sexual como las que la niegan, siendo esta cuestión aún hoy muy debatida.

Las conclusiones del estudio apuntan que los gais  tienen expresiones 'atípicas' para su género (¡otra vez con la 'transgresión' de género como asociada a la 'transgresión' en la sexualidad, cuando esto parecía ya superado!) y aparecen más arreglados  (¿creer que todos los gais, por definición, son más guapos, más ricos, más finos y más cultos que otros hombres no era un estereotipo también ya superado?). En el aspecto físico, tienen mandíbulas más estrechas y narices más grandes que los hombres heterosexuales. Las lesbianas parecen tener mandíbulas más grandes y una frente más pequeña que las mujeres heterosexuales.

Pasaré por alto que estos rasgos parecen situar a los gais en la cumbre del desarrollo evolutivo y a las lesbianas en la base, pues el tamaño de la mandíbula es un rasgo asociado a dicho desarrollo. También pasaré por alto que popularmente se relaciona el tamaño de la nariz con el tamaño del pene y el tamaño de la frente con la inteligencia, lo que añade a unos capacidad sexual (gran nariz) y a otras escasa inteligencia (frente estrecha). Me centraré en los muchos interrogantes que el estudio suscita. ¿No eran Lombroso Charcot, en el siglo XIX, quienes intentaban encontrar en el rostro patrones fisionómicos que se pudieran relacionar con lo 'anormal' y lo criminal? ¿Es la atribución de estos rasgos una broma, un chiste, una fatalidad del destino, una casualidad, un estereotipo más? ¿Cómo se ha elegido la muestra, es representativa? ¿No les suena todo esto?

Como Lombroso Charcot, esta investigación busca en el rostro el espejo del alma, como si lo humano residiera en un único lugar, estable y reconocible.  Trata la sexualidad como estable a lo largo de la vida y como una y única (no considera a bisexuales ni asexuales, entre otros), cuando muchos estudios empíricos muestran lo contrario. Parte de una radical separación entre biología y entorno, da lo biológico por cerrado e inalterable y es determinista. En contraste, otros científicos consideran que la orientación sexual, el género, lo biológico y, en definitiva, lo humano, se asientan justamente en los principios opuestos: relacionabilidad, apertura, variabilidad, flexibilidad e indeterminación.

Vulneración de la privacidad

Este estudio ha sido ya tachado de homófobo y éticamente reprobable porque las tecnologías de detección facial vulneran la privacidad, pero nos sirve para interrogar cómo se construye la 'verdad científica' en relación con la ética. También sirve para pensar por qué lo que Foucault llamó «ese pequeño fragmento de nosotros mismos» sigue siendo relevante para definir lo humano, si no es porque seguimos en contextos no igualitarios donde 'marcar' la diferencia sigue siendo importante. Este empeño clasificatorio no es neutro ni ética ni social ni políticamente hablando. ¿Se imaginan ustedes una aplicación que utilice este algoritmo en los aeropuertos de países que condenan con cárcel o pena de muerte las prácticas no heterosexuales  y que además se considere fiable? ¿Se imaginan ustedes a qué pueden dar pie este tipo de 'avances' que pretenden ofrecer garantías 'científicas'?

Tres preguntas

Más allá de que esta sea una investigación (con)fiable, de que exista una divisoria estricta entre naturaleza y cultura, una (o mil) posibilidades sexuales, una relación unívoca entre sexualidades y expresiones de género, una relación unívoca entre sexualidades y patrones fisionómicos (cuestiones todas ellas que este estudio da por sentado acríticamente mientras que muchos otros lo cuestionamos o deslegitimamos), lo realmente peligroso de esta investigación queda en evidencia al hacernos estas tres preguntas: ¿por qué clasificar?, ¿para qué y para quién es importante? y ¿qué consecuencias se derivan de ello?

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