ANÁLISIS
El fango
La organización de un referéndum con el Estado en contra y con media Catalunya política boicoteándolo es una tarea imposible
Josep Martí Blanch
Periodista
JOSEP MARTÍ BLANCH
El choque de trenes era una reyerta en el barro. Y ahí estamos, con el fango hasta el cuello y así seguiremos en los próximos días. Desinformación, propaganda, querellas, autos judiciales, declaraciones, contradeclaraciones, contradicciones y convicción –al menos en público– de que no habrá referéndum, si quien habla es el Estado, o que sí lo habrá, si quien se pronuncia es la Generalitat.
Rebozados hasta las trancas de lodo resulta imposible ver nada en claro. Casi todo es especulación sustentada en el prejuicio o el deseo: "¡No habrá referéndum!", "¡Votaremos como siempre!". La información desprovista de sesgo propagandístico es escasísima, como en el fútbol, como en la guerra. Todo teñido de emoción, la que enturbia la razón. Y aún así, algunas cosas mantienen nítidos sus contornos y resultan visibles para quien se atreva a dejar a un lado sus querencias.
Catalunya se ha rebelado porque se siente colonia, y las colonias se pierden
Está claro, por ejemplo, que el Estado pretende vencer a toda costa y que le importa un comino que en un hipotético parte de la victoria se añada a pie de página, destacada con un vistoso asterisco, la frase que don Miguel de Unamuno le dedicó al general golpista José Millán Astray en el paraninfo de la Universidad de Salamanca en 1936: "venceréis pero no convenceréis". De ahí que nadie, desde esa trinchera, abra la boca cuando un juez suspende de una sola tacada los derechos de reunión, expresión y opinión prohibiendo un acto para hablar del referéndum de Catalunya en un local cedido por el Ayuntamiento de Madrid.
Lo importante es ganar, diez a cero, como exige y desea la vicepresidenta <strong>Soraya Sáenz de Santamaría</strong>. Que 'Le Monde', 'Financial Times' y tantas y tantas cabeceras del mundo civilizado hayan virado su línea editorial para señalar explícitamente los abusos del Estado y la necesidad de dialogar con el soberanismo una salida pactada es un desastre de imagen que están dispuestos a asumir y cuyos costes consideran marginales. Lo importante es ganar, el precio a pagar es irrelevante. Vencer, atropellar, no convencer. Unamunismo del siglo XXI.
Referéndum maltrecho
Es visible también a estas alturas que el 1-O no se votará como siempre. La organización de un referéndum con el Estado en contra y con media Catalunya política boicoteándolo con mayor o menor intensidad es una tarea imposible y así hay que reconocerlo. El referéndum llegará muy maltrecho a la línea de meta y, en consecuencia, será difícil que pueda ser leído con la nitidez que exige el objetivo con el que ha sido convocado.
Por último, y por mucho fango que nos salpique a los ojos, es imposible no darse cuenta de que una parte relevante de Catalunya ha roto definitivamente sus costuras, no con palabras, sino certificando que es capaz de situarse al margen de la legalidad española porque ya no la reconoce y aceptar las consecuencias que de ello se deriven.
Pase lo que pase en los próximos días, y por sucia que sea la batalla en estos momentos, lo cierto es que España ha de enfrentarse a una realidad: Catalunya se ha rebelado porque se siente colonia. Y las colonias, se pierden. Quizá no en octubre del 2017, pero sí un octubre cualquiera de los que están por llegar.
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