Análisis
Lo que hay que aclarar después de las mentiras
El Gobierno catalán y los Mossos deben explicar por qué han mentido y qué hicieron al saber que Barcelona estaba amenazada
Luis Mauri
Director adjunto
LUIS MAURI
Qué barata sale la mentira política en este país. En el Reino Unido, un ministro dimite por haber fingido que el coche familiar lo conducía su esposa en lugar de él al ser cazado por un radar cuando circulaba con exceso de velocidad. No solo dimite, además acaba yendo a prisión. En Alemania, una miembro del Gobierno cesa al descubrirse que había plagiado su tesis doctoral. No solo cesa, también es desposeída de su título de doctora universitaria.
Aquí, las cosas no van así. En la Europa meridional, de matriz cultural católica, no se penaliza política ni socialmente la mentira como en los países del centro y el norte del continente, de raíz protestante.
No es un defecto exclusivo de los políticos tramposos que escurren el bulto pese a los escándalos de corrupción que los cubren de lodo. En el fondo, si logran seguir aferrados al cargo pese a que sus falsedades hayan quedado al descubierto es porque la sociedad lo tolera.
En este país, los ceses políticos derivados de un engaño son una excepcional excepción. Precisamente, hay un precedente en la dirección política de los Mossos d’Esquadra. Manel Prat hubo de dimitirManel Prat como director general de la policía catalana después de haber negado por activa y por pasiva que ninguno de sus agentes hubiera dejado tuerta de manera totalmente gratuita a la ciudadana Ester Quintana. Prat se resistió lo suyo a dejar el cargo: antes hizo falta que un grupo de mossos mataran a golpes en la calle a otro ciudadano, Juan Andrés BenítezJuan Andrés Benítez. Es decir, que en buena ley seguramente tampoco fue relevado por haber mentido, sino por la acumulación de escándalos policiales bajo su mandato y por la falta de sintonía política con el 'conseller' de Interior del momento.
Tres años después del cese de Prat, los Mossos, pese a haber realizado una brillante y celebrada gestión informativa del atentado yihadista de la Rambla, han vuelto a mentir a la ciudadanía. Para ser rigurosos, no solo los Mossos, por boca de su 'major', Josep Lluís Trapero, han engañado a la opinión pública al negar que hubieran recibido aviso alguno de la CIA sobre la posibilidad de que terroristas islamistas estuvieran preparando este verano un atentado en la Rambla de Barcelona. Antes que Trapero, habían hecho lo propio el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, y su 'conseller' de Interior, Joaquim Forn. La cadena de mando al completo faltando a la verdad. Forn y Trapero no se conformaron con eso. El primero acusó además a los periodistas de «ensuciar el trabajo de los Mossos» y el segundo les culpó literalmente de «echar mierda» sobre la policía catalana. Edificante, realmente edificante, institucionalmente edificante.
Ahora, con la nota de la CIA sobre la mesa, el Gobierno catalán y su policía deben explicar por qué han mentido reiteradamente sobre la información de EL PERIÓDICO. Por qué han denigrado el trabajo de los periodistas. Pero, sobre todas las cosas, el Gobierno catalán y su policía deben aclarar a la sociedad qué medidas de protección de la población adoptaron después de tener conocimiento de la amenaza.
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