Amor y tuberculosis
Ferran Monegal
Crítico de televisión
Ferran Monegal
FERRAN MONEGAL
Dos caravanas de panteras grises -una de mujeres, y otra de hombres- han salido de las Españas con destino a los Alpes Suizos. Se han encontrado en Davos. Abrigan la ilusión de que surga entre ellos el amor otoñal. Este es el esquema del programa <i>Hotel romántico </i>que TVE-1 acaba de estrenar. ¡Ah! El romanticismo a partir de los 60 es un arte delicado. Está hecho de melancolía y esperanza. Una de las damas más melancólicas que hemos visto en este arranque de programa ha sido Mercedes, de Cullera, de 65 años, divorciada. Se casó muy enamorada. Pero confesó: «Al cabo de unos años empecé a notar frío. ¿Me comprenden?. Me engañaba con una amiga mía». Y advertimos entonces que por las mejillas de Mercedes comenzó a dibujarse, levemente, el surco de unas lágrimas. No fue un llanto torrencial. A partir de los 60 el lacrimal llora hacia adentro. Hace más daño. O sea, que las malas experiencias del pasado marcan, pero no sabemos si sirven de vacuna o de antídoto para evitar que vuelvan a suceder. Como decía Oscar Ringo Bonavena, notable púgil argentino de la categoría de los pesos pesados: «La experiencia es el peine que te da la vida cuando ya estás calvo». ¡Ah! En esta búsqueda del amor otoñal los conductores del programa (<b>Roberto Leal</b>, el principal) tendrán que ser delicados. Hemos visto que a veces tratan al grupo de sexagenarios -quizá sin pretenderlo- como quien lleva de excursión a unos párvulos de educación primaria. Cuidado.
La casa de colonias elegida ha sido el Berghotel Schatzalp, un prodigio de arquitectura modernista art déco situado en una pequeña colina sobre Davos. Tiene una deliciosa historia literaria este lugar. El escritor Thomas Mann ingresó ahí a su esposa Katia cuando el Schatzalp era una clínica exclusivamente dedicada al tratamiento de la tuberculosis y las enfermedades asmáticas. No les dejaron estar juntos durante el tratamiento. Debían guardar obligatoriamente una distancia permanente, profiláctica, de más de 100 metros. Dicen que entonces Mann se instaló, resignado, en un hotelito más abajo. Y que en los días claros ambos se buscaban con la mirada, a lo lejos, llenos de ternura y ansiedad, asomados a los balconcillos y ventanas. Katia finalmente logró curarse. Le dio seis hijos a Mann. Murió a los 89 años de edad. Y gracias a aquellos meses en Davos, llenos de amor y de tuberculosis, nació la celebérrima novela La montaña mágica.
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