Opinión | EDITORIAL
Burbuja de alquiler y área metropolitana
El contagio de Barcelona llega a poblaciones colindantes y la promoción de vivienda social debería ayudar a frenarlo
Era una cuestión de tiempo, más bien poco, pero una consecuencia inevitable de la burbuja del alquiler en Barcelona. El llamado efecto dominó ha provocado que el alza incontrolada de los precios en la capital catalana provocara también un contagio en el área metropolitana. La situación ha alcanzado de pleno a la primera y segunda coronas, usando los conceptos empleados para las tarifas del transporte, según el Institut Català del Sòl (Incasòl). Recoge un estudio del organismo de la Generalitat que en todos los municipios colindantes a la capital el alquiler ha crecido desde el 2013, y en muchos casos en cifras de dos dígitos, sobre todo los dos últimos años.
Es un hecho incuestionable que Barcelona, una ciudad de moda para inversores inmobiliarios sin escrúpulos, ha 'expulsado' a quienes no pueden hacer frente a la compra o alquiler de una vivienda. Y esa huida forzosa de la metrópolis se ha producido hacia el área metropolitana e incluso más lejos. Las consecuencias de la situación son bien conocidas. Con la expulsión de sus vecinos, las ciudades y sus barrios pierden identidad. Ya no se trata de cuestionar la movilidad poblacional, sino los efectos de esta gentrificación, con el relevo de habitantes por otros de mayor poder adquisitivo, sean o no extranjeros.
En esas poblaciones de la primera corona, por ahora, la problemática se ha manifestado básicamente en aspectos económicos no tanto en un cambio de su paisaje ciudadano. Por ejemplo, Castelldefels y Montgat, en dos polos opuestos del área metroplitana, están en cabeza de ese aumento del alquiler referido, con el 24% y el 22% respectivamente en los últimos cuatro años El incremento lo es tanto por la llegada de ciudadanos expulsados de Barcelona como por el aterrizaje de turistas para quienes dos poblaciones costeras a 20 minutos del centro de la capital y bien comunicadas, la T-10 es suficiente, resultan muy atractivas.
Si las consecuencias de la radiografía son evidentes, las soluciones para intentar controlar un mercado que parece insaciable pasan por la promoción de la vivienda social, sobre todo de alquiler, en esos municipios de precios alcistas. Pese a las dificultades económicas de muchos ayuntamientos, se revela como el arma básica para que jóvenes y personas con recursos limitados vean satisfecho su derecho a una vivienda digna.
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