Las enfermedades no se van de vacaciones
Para cuadrar cuentas, seguimos una mala práctica: ahorramos en personal y entorpecemos la asistencia
Carme Valls-Llobet
Médica. Presidenta del CAPS (Centre d'Anàlisi i Programes Sanitaris). Miembro de la Red de Científicas Comunicadoras.
CARME VALLS-LLOBET
Desde hace años una práctica perversa denominada 'de gestión' cierra plantas hospitalarias en verano como si en general se pudieran planificar las enfermedades y los ingresos hospitalarios. Es posible que podamos pensar que dado que empiezan las vacaciones laborales, las enfermedades también podrán entrar en periodo vacacional, pero ni los ictus, ni los infartos, ni las apendicitis, ni los cólicos renales tienen una incidencia estacional y, si en algún caso la tienen, pueden empeorar justo en épocas de calor.
Además, los accidentes, politraumatismos, ahogamientos y caídas con fracturas empeoran en épocas de ocio y vacaciones, por lo que precisamente se deben reforzar las líneas de atención en las grandes aglomeraciones y prever líneas de refuerzo en los hospitales para que no se colapsen las urgencias. Se podría pensar que solo las gripes e infecciones de invierno pueden sobrecargar el sistema, pero el calentamiento global que está produciendo el cambio climático, va a cambiar la incidencia de las enfermedades infecciosas, y la toxicidad alimentaria.
Estudios biológicos publicados por la investigadora Lucia Guilhermino ya han demostrado que un incremento de temperatura de 20 a 25 grados aumenta la toxicidad de los antibióticos y de los microplásticos sobre los peces y entra en la cadena de alimentación humana. No existe por lo tanto evidencia científica de que el verano y los periodos de calor puedan disminuir la incidencia de enfermedades.
¿Qué sentido tiene pues cerrar camas en los hospitales durante los meses de verano? ¿Es posible que estén sobrando camas hospitalarias y podamos permitirnos el lujo de cerrarlas? ¿Tiene alguna relación el cierre de camas con estrategias de recorte de gasto? Desde el año 2012 se han suprimido más de 5.000 camas públicas hospitalarias en España que no se han vuelto a abrir, pero en verano se cierran el 10% de camas disponibles sin que esta disminución tenga una base científica por la reducción de los ingresos. Tampoco tiene sentido no intentar aprovechar el tiempo veraniego para una reducción de las listas de espera de intervenciones quirúrgicas que se podrían agilizar utilizando el plan de choque con 57 millones de euros anunciados por Salut.
BALANZA DE GESTIÓN
Creo que la respuesta a las cuestiones citadas se inclina más hacia la balanza de gestión y que en verano no se sustituye al personal que se va de vacaciones. Durante los meses de verano solo se cubre el 10% del personal que se ausenta de los centros hospitalarios, por lo que los trabajadores aprecian una mayor presión laboral, que se pone de manifiesto en el estrés que padecen los profesionales de los servicios de urgencia, que trabajan con la misma calidad pero a costa de su salud.
Mantener la actividad hospitalaria de calidad y reducir las listas de espera requiere no recortar los lugares de trabajo de médicos y médicas o de enfermería. Para cuadrar cuentas, ahorramos en personal y entorpecemos la asistencia. Una mala práctica que nos debe inquietar como sociedad.
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