Rajoy y Rivera juegan al blackjack (y Montoro mira)
Jesús Rivasés
Periodista
JESÚS RIVASÉS
El Gobierno de Mariano Rajoy, en sesión extraordinaria, aprobó el lunes el "techo de gasto" para el 2018, es decir, la cantidad a partir de la que se elaboran los Presupuestos Generales del Estado. Un poco mayor que el del 2017, es posible gracias a la buena marcha de la recaudación tributaria, pero lo verdaderamente importante es si Rajoy y Montoro -el autor material de las cuentas- logran sacarlo adelante en el Parlamento para lo que, sobre todo, necesitan el concurso de Ciudadanos, el partido de Albert Rivera, y otros apoyos, que podrían ser los del PNV y de Ana Oramas (Coalición Canaria) y Pedro Quevedo (Nueva Canarias). El problema inmediado es que Rajoy y Rivera juegan su particular partida de blackjack o quizá de siete y media, según los gustos.
Albert Rivera reclama una bajada de impuestos -del IRPF- para las rentas más bajas para apoyar "el techo de gasto", a lo que el inquilino de la Moncloa le respondió con el mensaje de que "no puede haber una gran rebaja fiscal cada año". La semana anterior, el polémico ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, adelantó la posibilidad de una bajada y aunque no fijó fecha, todo indicaba que el Gobierno calculaba aplicarla en 2019, más cerca de las elecciones. Rivera, que disputa el mismo electorado centrista en donde también recoge votos el PP, quiere que sea Ciudadanos quién se apunte el tanto y tiensa la cuerda. Es una partida de blackjack o de siete y media, con todos sus riesgos y en la que pierdes seguro si te pasas, pero puedes ganar si no llegas.
Rajoy, el mejor y más hábil político de los últimos años, tiene mucha experiencia en envites fuertes y en salir victorioso de ellos. Rivera todavía está en proceso de crecimiento político, pero tampoco carece de recursos. Los dos, aunque no lo parezca, se juegan mucho y todo apunta a que ninguno se pasará y habrá algún tipo de acuerdo que permita que haya "techo de gasto" y Presupuestos y que la legislatura continúe. Es lo que más les conviene a ambos.
El tira y afloja, que es político, que mantendrán algunos días Rajoy y Rivera enmascara la situación de las cuentas públicas españolas y la conveniencia o no de una bajada de impuestos, sin que se acometan otros ajustes, aunque el aumento de la recaudación lo permita. También aparca el debate necesario sobre una reforma fiscal en un país en el que se pagan muchos impuestos directos -y los ricos, a partir de 60.000 euros, los que más, a pesar de la creencia popular- y pocos indirectos. Los números son tozudos. Los idealizados países nórdicos, con sus anheladas ventajas sociales se basan en impuestos directos como los españoles y en un IVA, para casi todo, del 25%. Nadie osará proponerlo en España, pero la realidad es esa. Además sería la solución al déficit y permitiría más gasto social, pero nadie se atreverá. Por eso, el mal menor consistirá en que Rajoy y Rivera no se pasen en su blackjack particular, con Montoro, en centro de muchas polémicas, de algo más que mirón.
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