Carles, hoy no pediremos perdón

Capdevila era una persona con la que apetecía hablar de la vida

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NEUS TOMÀS / BARCELONA

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Enseñó a educar a las criaturas incluso a las que en esos tiempos ni nos imaginábamos lo complicado que puede llegar a ser. <strong>Carles Capdevila</strong> era esa voz tranquila que se colaba en casa los domingos a primera hora cuando las mañanas radiofónicas del fin de semana eran una alternativa a la rutina del resto de días. Acabó el programa y me olvidé de las criaturas hasta que fui madre. Al cabo de poco tiempo, por esas casualidades no buscadas, el Capde reapareció en mi vida. Ya no se colaba por el transistor sino que era un periodista con el que apetecía hablar de todo menos de política, pese que cuando entrábamos en el plató no nos quedaba más remedio que hacerlo. Pero fuera, no.

Cuando coincidíamos en el colegio hablábamos de criaturas. Teníamos conversaciones de padres, aunque en el caso de Carles, charlas con el padre que más sabía, solo hace falta repasar sus conferencias. Por eso hoy me acuerdo de Eva, su mujer. De sus artículos en Catorze.cat, de cómo me gusta leerlos antes de acabar el día, de esas anécdotas que se convierten en delicias de texto. De cómo coincidiendo con su cumpleaños hablaba de los supervivientes, de aquellos que hemos perdido personas muy especiales y tenemos que aprender a vivir con ello. Lean a Eva y si aún no lo han hecho busquen 'La Vida que aprenc', porque no es solo un libro, es el mejor legado del Capde, como recordaba este viernes uno de sus mejores amigos, el también periodista Albert Om. Ahí encontrarán los besos de esa madre que venía a Barcelona a cuidar a su hijo, al enfermo agradecido, al que no sabía qué contestar cuándo le preguntaban cómo estás, al optimista que se enfada y al enfadado que contagiaba optimismo.    

Capdevila no creía en la distinción entre buenas y malas personas. Bueno, pues como todos, a veces se equivocaba, porque sí existen. Y tú eras de las primeras. Así que no nos aguantaremos las lágrimas y, como tú, tampoco pediremos perdón por llorar.