¡Viva el 'Socks off day'!
Nos acercamos a uno de los días del año más esperados: aquel en el que me quito los calcetines y no vuelvo a ponérmelos hasta bien entrado octubre
La primavera ha venido, el polen campa a sus anchas por mi sistema respiratorio y en unos días me alegraré de oír los silbidos de las primeras golondrinas. Todo me indica pues que nos acercamos a uno de los días del año más esperados: el día en el que me quito los calcetines y no vuelvo a ponérmelos hasta bien entrado octubre. Mi 'Socks off day' particular. Uno de los días más gozosos del año.
En mi opinión el calcetín es una de las prendas más enojosas que existen. Todas las mañanas me visto con la destreza del que lo ha hecho desde muy pequeño: ponerme una camisa, un pantalón, un jersey, es algo que ejecuto, incluso a oscuras, en poco tiempo y con una asombrosa pericia. Sería capaz de pasar de la desnudez a estar vestido en muy pocos segundos si no fuera por los calcetines, esas absurdas fundas que con su uso continuado se transforman en una deformidad textil, descolorida, y cuya fragancia debemos controlar con disimulados olfateos.
Una prenda que me obliga cada mañana a sentarme, orientar bien su forma para que el talón se adapte al pie y no quede sobre el empeine. El calcetín tobillero tiene sus inconvenientes, pero el peor es el de caña alta, que cuesta más de colocar, sobre todo el de lana y el algodón. Los de hilo son más manejables, aunque también presentan un inconveniente: con su uso continuado van deformándose hasta adquirir el aspecto de una bolsa amorfa que al caminar es devorada por el zapato, lo que me obliga al enojoso y disimulado tirón para que recupere su adecuada posición.
Los calcetines de algodón también tienen sus dificultades: a base del uso prolongado, la goma pierde fuerza y como consecuencia la prenda se desliza pierna abajo a cada paso que damos. Por último, con los constantes lavados los acrílicos se endurecen y se acartonan, lo que me obliga a echar mano de la fuerza bruta para embutir mi delicado pie en su interior.
Propongo elegir un día del año para la quita de calcetines pública como símbolo de que nos liberamos de las ataduras del frío y que nos acercamos al solsticio de verano.
¡Viva el 'Socks off day'!
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