ENRIC HERNÀNDEZ
España se roba
Rato, Gürtel, Púnica, Pujol, el 3%, el Palau... El público conocimiento del latrocinio no impide que se siga votando a quienes lo cometieron y toleraron

Pacto del Majestic 8 Pujol y Aznar, con otros cargos de sus partidos, en el Majestic, el 28 de abril de 1996.
Confiesa Lluís Prenafeta, como antes Macià Alavedra, que cobró comisiones a cambio de favores políticos. Reconocen Fèlix Millet y Jordi Montull que convirtieron el Palau de la Música en una monumental tapadera de la financiación fraudulenta de CDC. Acepta el tribunal que todo un presidente del Gobierno como Mariano Rajoy testifiqueMariano Rajoy, a riesgo de cometer perjurio si no cuenta la verdad, en el juicio del 'caso Gürtel' sobre la caja b del PP. Destapa la Guardia Civil que Rodrigo Rato practicó como vicepresidente económico un sistemático expolio de las arcas públicas, y que ocultó en paraísos fiscales el botín de su fraude.
La crónica de tribunales escribe la verdadera historiografía de aquella España que según José María Aznar iba tan bien; sobre todo, para algunos. Los trapos sucios ahora aireados datan de hace una y hasta dos décadas, pero los escándalos de nueva hornada --la trama Púnica, los casos Pujol y 3% en Catalunya, las mordidas del AVE...-- indican que la corrupción política sigue gozando de buena salud.
Si el rescate público de Bankia derrocó el mito de buen gestor que adornaba a Rato, cara visible del 'milagro económico' español, el caso de las 'tarjetas black' delató su propensión a apropiarse de lo ajeno. Pero han sido las posteriores pesquisas las que nos han hecho ver que durante ocho años tuvimos al zorro al cuidado de nuestras gallinas.
LA COMPLICIDAD DEL FMI
El mismo titular de Hacienda que se cuidaba de recaudar y administrar nuestros impuestos administraba en secreto sociedades que 'recaudaban' una suerte de impuesto revolucionario entre las empresas públicas por él mismo privatizadas. Mediante una tupida red de testaferros se apropió así de 83 millones de euros, que luego ocultó en paraísos fiscales incluso cuando dirigía el FMI, organismo este que se convirtió en cómplice necesario del blanqueo de capitales al descubrirlo pero no denunciarlo.
Asumámoslo: es España la que se roba a sí misma. Y lo que es peor: mucho no parece importarles a los españoles, pues el público conocimiento del latrocinio no impide que sigan respaldando en las urnas a quienes lo cometieron o toleraron.
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