Los turcos no ganan con el referéndum

Una valla electoral de Erdogan en Estambul.

Una valla electoral de Erdogan en Estambul. / periodico

JAVIER ALBARRACÍN

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No hay resultado positivo para Turquía en este referéndum del 16 abril. El resultado de esta consulta tendrá seguro un impacto más allá de sus fronteras. Sea cual sea, el equilibrio regional respecto al conflicto sirio se verá afectado, al igual que se agravarán las relaciones con la Unión Europea (y con varios de sus miembros relevantes). Muy probablemente, las relaciones con la OTAN y Estados Unidos se verán igualmente afectadas, ya enturbiadas por la petición turca de extradición de Fethullah Gülen, acusado de inspirar el golpe de Estado del 2016.

Para Turquía, y para la sociedad turca, ningún resultado parece que aportará la tan necesaria calma. Y éste se dirimirá previsiblemente por un pequeño margen. Si Erdogan (porque el referéndum trata esencialmente sobre la figura de Erdogan, más allá de las reformas) consigue la mayoría para el ‘sí’, y por tanto legítima su propuesta de dotarse de más poderes políticos, es previsible que endurezca su caza de brujas a la oposición. Si por el contrario, la mayoría opta por el ‘no’, Erdogan seguirá siendo el presidente más intervencionista en la reciente historia política de Turquía. E igualmente es altamente probable que lance una campaña de desprestigio del resultado y de quienes así lo han votado, tildándolos de colaboradores con enemigos exteriores que quieren debilitar a Turquía, y similares lógicas. De ser así, y actuando en consecuencia, es previsible igualmente una vuelta de tuerca de su acoso político y social a cualquier tipo de oposición. Y no cesará la violenta confrontación con los kurdos, en el sudeste del país y más allá.

'TORMENTA PERFECTA'

Erdogan, hábil político que representa sociológicamente a la población turca de la periferia que en las últimas décadas ha accedido a los centros de poder político, económico y recientemente judicial y militar, se encuentra gestionando una ‘tormenta perfecta’. Internamente no tiene (y no ha dejado que emerja) ningún líder carismático que le haga sombra, ni dentro de su partido ni en el seno de otros movimientos políticos. E internacionalmente ha conseguido que Turquía sea, y así se perciba, una pieza influyente en un contexto de redefinición de una región estratégica.

Siria e Irak, en guerra y descomposición. El Estado Islámico golpeando a nivel internacional a medida que pierde terreno en las guerras de la región (siendo Turquía una pieza importante en la cooperación en inteligencia antiterrorista). Rusia crecientemente agresiva y expansiva. Y la Unión Europea, en introspección y redefinición de qué quiere, o puede, llegar a ser ('brexit', nacionalismos y populismos rampantes, rescate de Grecia, debates identitarios respecto a los refugiados y los musulmanes en la UE…) Esta fortaleza comparativa ha hecho que Erdogan no tenga líneas rojas.

Pase lo que pase el 16 de abril, la comunidad internacional debe seguir apoyando de forma decidida a la dinámica y castigada sociedad civil turca, por el verdadero bien de la propia Turquía así como por el del resto del mundo.