La política 'mediática'

Culto a la zafiedad

Algunos líderes pretenden ser tan populares como los mediáticos de la ordinariez. Todo muy instructivo. Sin duda, los profesores de instituto deben de estar encantados de este culto a la zafiedad

Gabriel Rufían

Gabriel Rufían / periodico

EMMA RIVEROLA

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Un escritor puede jugar a ser dios. A un viejo flaco, achacoso y malhumorado que se entretiene robando el diario de los vecinos o echando botellas de vidrio manchadas de aceite al contenedor de papel, puede convertirlo en un héroe con un gesto, con una palabra. Vamos, le dijo el anciano a ese niño, tan enclenque como él, que no se atrevía a pasar por delante de un grupo de adolescentes bravucones. Pero, vaya, resulta que el viejo de marras sale un día en los diarios y lo identifican como un antiguo comandante nazi. ¡Adiós a la empatía!

Con solo un puñado de palabras, la simpatía y la hostilidad se marcan un baile y una puede acabar ocupando el lugar de la otra. El bronco interrogatorio de Gabriel Rufián a Daniel de Alfonso, exdirector de la Oficina Antifrau, no tenía ninguna intención de servir al ciudadano. El diputado de ERC fue la alegría de sus seguidores. Sin duda, sabe personificar como nadie cierto lenguaje, agresivo, impertinente, calado en el insulto de las redes. Que se convirtiera en la estrella mediática de la comisión de investigación es todo un logro para él, no tanto para la sociedad.

De Alfonso y su juego sucio, sus jactancias sobre los supuestos logros de su cruzada contra la Catalunya con pretensiones independentistas, ese “les hemos destrozado su sistema sanitario”, se merecían un ataque más trabajado, más afinado y menos propio de una barra de bar barriobajero. Las víctimas de los insultos suelen provocar simpatía. Y De Alfonso no debería haber acabado en ese lado del baile.

La agresiva vulgaridad de ciertos programas estrella de la televisión se está trasladando a la política. Se supone que es la estrategia de algunos líderes que pretenden ser tan populares como los mediáticos de la ordinariez. Todo muy instructivo. Sin duda, los profesores de instituto deben de estar encantados de este culto a la zafiedad. Además de ser princesas del pueblo o matones de plató, sus alumnos ahora querrán emular a los políticos que han trasladado los escarnios de Twitter a las instituciones. ¿Por qué no a las clases?