La vergüenza
La batalla campal entre padres de niños de un equipo de fútbol infantil en Mallorca evidencia el deterioro moral en el fútbol de base
Nos escandalizamos, sí. El vídeo de la batalla campal entre padres en el partido de categoría infantil entre el Alaró y el Collerense es el viral de la vergüenza AlaróCollerense . El rictus de los presentadores de informativos que dan paso a las imágenes se tensa y los rectores del deporte español derrochan adjetivos para calificar lo sucedido mientras el llanto de un crío atemorizado se clava en mis oídos.
Soy madre de un infantil. Juega al fútbol cada fin de semana. Hace unos días el padre de un niño del equipo rival estuvo a punto de llegar a las manos con algún padre de "mi" equipo.Todo por una patada. El árbitro, pocos años mayor que los niños, recibió insultos durante buena parte del encuentro. Sentí lástima al verle ganar el vestuario con prisas para no escuchar ningún improperio más.
INSULTOS Y VIOLENCIA
Al compartir el amago de incidente con amigos y compañeros, cada uno me relata una historia semejante. La sensación es que va en el lote: tienes un hijo que juega al fútbol y eso implica que hay que aguantar insultos y situaciones violentas en algún partido que otro.Ya sabes -me decían- la gente, que no tiene educación y se cree que tiene al futuro Messi en casa…
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El episodio me hizo reflexionar, pero más lo hicieron las frases que recibía al comentarlo. Que si ese club ha invertido mucho y tiene mucha presión por ascender, que si el árbitro no había sabido cortar los insultos de los niños del otro equipo, que si se habían pasado todo el partido provocando, que si el niño que lloraba estaba fingiendo porque nadie le había tocado… No hubo violencia en el césped. El juego y la disputa a veces trae patadas e incluso lesiones. La violencia estuvo fuera. Entre los padres, nunca entre los niños. Como la expectativa, la tensión y la falta de educación.
PROHIBIDA LA ENTRADA A LOS PADRES
Hace tiempo que algunos clubs se vieron obligados a prohibir la presencia de los padres en los partidos de las categorías inferiores. El Sevilla FC, por ejemplo, no permite el acceso a su ciudad deportiva en días de partido hace años.
Un buen amigo dice que si los padres entrasen en las aulas, alguno increparía al profesor o le enmendaría la plana. Discutiría el método y las notas del hijo. Me temo que tiene razón mi amigo. Por eso es necesario que si queremos formar a nuestros hijos en los valores del deporte, en el respeto al rival y al juez, comencemos por asumir que los padres, con el balón en juego, estamos mejor lejos que cerca. Visto lo visto.
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La escena de Mallorca empieza a no ser un hecho aislado. La responsabilidad de los padres es evidente. Y espero que sea castigada. Pero no escurramos el bulto. La radicalización y el 'bufandismo' por el que deambula el periodismo deportivo en los últimos años no son ajenos a los puñetazos de Mallorca. No seamos hipócritas. Se siembran vientos y se recogen tempestades. Luego, los periodistas nos escandalizamos. Y buscamos soluciones. Pero primero fue el 'show'.
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