tú y yo somos tres
Genial en la cocina y en la tele asusta
Ferran Monegal
Crítico de televisión
Ferran Monegal
ferran Monegal
Nos colocan un rótulo al principio que dice: «Esto no es un programa de cocina». En efecto, '<i>El xef' </i>(Cuatro) no es un programa sobre gastronomía. Como en anteriores ediciones, es un gran espotde David Muñoz, que es una cosa distinta. Quizá los constructores de este programa -mitad documental, mitad 'reality show'- han leído las advertencias de Carlos García Gual, catedrático de Filología Griega en la Complutense, cuando dice con tremenda ironía que hoy, en la tele, los cocineros son los únicos representantes de la cultura que tienen cabida. Hay que tomarse pues esto de 'El xef' como una colosal exaltación de Muñoz, entendido como trepidante criatura. «Mi vida es un bucle de aviones, de taxis, de hoteles... Si tengo que dormir dos horas al día, duermo dos horas al día. Estoy en permanente evolución. Innovar, innovar, innovar. Nunca dejo de pisar el acelerador. El cansancio no existe. ¡La creatividad es caótica!», dice inmerso en una vorágine que a veces nos aturde. ¡Ah! Este celebrado y heterodoxo cocinero no se relaja ni en Singapur comiendo marisco. Hemos visto en el programa que su vértigo se ha acentuado mucho con la inauguración en Londres de su restaurante 'StreetXO'. Había momentos en que más que un 'xef', parecía atrapado en el remolino típico de un 'broker'. ¡Ah! Parece que disfruta con esta imagen galopante de sí mismo. En un momento dado, desde algún hotel del mundo, mandó un 'whatsapp' -a <b>Cristina Pedroche,</b> supongo- En el que decía: «Cariño, esto es una mierda», y le añadió dos 'emoticones': un corazón y un cerdito. No sé si David Muñoz es consciente de la imagen de estrés que proyecta en este programa de TV. Quizá es lo que la cadena le exige. Siempre he pensado que la serenidad es la base de la buena gastronomía. El fricandó no se consigue a 3.000 revoluciones por minuto. He hablado con el compañero <b>Pau Arenós</b>, que lo sabe todo sobre cocineros y cocina, y me ha dicho: «Tiene la capacidad de situar platos a punto de caer por el precipicio gustativo, y convertirlos en una cosa memorable».
O sea, que David Muñoz, situado en la cocina, es genial. Salva el precipicio. No cae estrepitosamente. Eleva el plato a categoría. Pero en la tele es otro asunto. Este frenesí que le imprimen, confunde. Uno de los poquísimos platos que le vimos preparar, una salsa romesco con aromas ganjang, o sea, Tarragona y Corea fundidas, en lugar de entusiasmarnos, tuvimos un susto.
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