PEQUEÑO OBSERVATORIO
Los selfis, certificados de existencia
Los niños se encaraman a los sitios por una necesidad de poseer el territorio que los limitan, los adultos para satisfacer su necesidad de desafío
Josep Maria Espinàs
Periodista y escritor
JOSEP MARIA ESPINÀS
Estoy impresionado por el éxito de los selfis, ¿o habría que decir las selfis? Quizá años atrás, cuando no había anglofilia imperante, hubiéramos dicho 'autofotos'. Pero reconozco que el inglés es muy práctico como lengua universalizada. Veo que muchos de los turistas que pasan por Barcelona se hacen muchos selfis. A menudo, para que detrás de su cara sonriente aparezca la fachada de la Sagrada Familia o cualquier paisaje urbano que encuentren interesante.
Yo soy de la época de los carretes. Se podían hacer 16 fotos, incluso 32. En mi tiempo de viajero por el mundo o andando por España tenía que encontrar realmente un paisaje o una escena muy especial para decidirme a gastar una foto. No podía dedicar más de dos fotos a aquello que me seducía. Pensaba: "aquella escena de calle en Japón es muy bonita, pero tengo que frenar mi admiración y no disparar porque es posible encontrar otra todavía más interesante y el carrete se me habrá acabado". Era, pues, un fotógrafo prudente. Y ahora este diario me hace saber que la maravilla de los selfis, hechos tan alegremente, tiene un terrible lado oscuro: España es el segundo país en cifra de muertos debido a los autorretratos.
Hace algunos días, tres mujeres cayeron desde cierta altura –lo explicaba Anna Alegre en este diario– y una murió al precipitarse al río Guadalquivir. Años atrás hubo otros casos trágicos. Cuando era pequeño, mis padres me habían dicho alguna vez: "no te subas ahí".
Cómo es sabido, muchos niños tienen tendencia a encaramarse aunque sea a una silla. Quizá esta afición está vinculada a un impulso del crecimiento, a la necesidad de poseer, ni que sea modestamente el territorio que los limita. Pero los adultos se encaraman, pienso, para satisfacer una necesidad de desafío.necesidad de desafío. Realmente debe de ser bonito contemplar la Rambla o cualquier espacio desde una altura notable. Pero no tenemos alas. Somos modestamente terrícolas. Unos terrícolas selfis, eso sí, porque es evidente que nos gusta mirarnos.
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