La temeridad se juzga en las urnas
En plena 'opa' a ERC, el 9-N Mas pisó la línea roja fijada por Rajoy, que erró al activar a la fiscalía. Su disputa política jamás debería haber llegado a juicio
Enric Hernàndez
Director
Director de EL PERIÓDICO desde el 2010 y licenciado en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona. En 1998 se incorporó al diario como redactor jefe de Política en Madrid. Un año más tarde, asumió la jefatura de la delegación y, en el 2006, fue nombrado subdirector. También trabajó en 'El País' como director adjunto y en el diario 'Avui', donde inició su carrera profesional.
Artur Mas no debería haber acabado en el banquillo por promover la simbólica votación del 9-N. Sin prejuzgar la solidez de las imputaciones y de las evidencias presentadas, para Catalunya y el conjunto de España es una verdadera catástrofe que esta disputa política se haya trasladado al terreno penal. Pero analicemos las causas.
Los impulsores del 9-N disfrazaron de desobediente astucia lo que era una mera argucia jurídica: aprovechando la parquedad del veto del Constitucional, fingieron que el proceso participativo no tenía marcha atrás al ser cosa de los voluntarios. Y Mariano Rajoy fingió creérselo para no abortar por la fuerza una convocatoria de la que públicamente se había mofado.
Este era el pacto muñido entre bastidores: si Mas se desvinculaba de la organización del 9-N, Rajoy le garantizaba que tendrían la fiesta en paz. El 'president' pudo haber valorado los resultados en el Palau de la Generalitat, justo después de que los anunciase Joan Rigol, presidente del Pacte Nacional pel Dret a Decidir y su emisario secreto ante el Gobierno. El tanto político se lo hubiera anotado igual, pero prefirió pisar la línea roja que le había trazado la Moncloa. ¿Por qué?
EL PEDIGRÍ INDEPENDENTISTA
La razón es que el desafío al Estado del 9-N --como el del referéndum unilateral ahora pregonado-- no buscaba resolver el conflicto catalán como proclamaban sus impusores, conocedores de que, entonces como ahora, sin reconocimiento internacional y del Estado cualquier escrutinio será papel mojado. El guion de Mas era otro: acreditar el pedigrí independentista que le niega su condición de converso, forzar la lista única a la que Oriol Junqueras se negaba y recuperar el terreno perdido ante ERC en las precipitadas elecciones del 2012. Casi un año le costó, pero al fin se salió con la suya. O casi.
Como confesó <strong>Francesc Homs</strong>, la Fiscalía no actuó contra el 'expresident' y compañía por poner las urnas, sino "por dar una rueda de prensa". Grave error del Gobierno precedido por otra temeridad de Mas que, con su tenaz 'opa' a ERC, ha arruinado a CDC y ha dividido al país. Pero las temeridades se juzgan en las urnas, no en los tribunales.
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