MIRADOR

Los límites de la CUP

El aval a los presupuestos es una alternativa estratégica inteligente pero también una derrota ideológica del independentismo de izquierdas

Quim Arrufat y Eulàlia Reguant, en la rueda de prensa posterior al consejo político de la CUP.

Quim Arrufat y Eulàlia Reguant, en la rueda de prensa posterior al consejo político de la CUP. / periodico

ROGER PALÀ

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La decisión de la CUP de votar 'sí' a los presupuestos de Junts pel Sí es una alternativa políticamente inteligente. Los cuperos se descargan la presión de ser quienes siempre ponen ‘pals a les rodes’ del 'procés'. Los sectores más conservadores del PDECat ya no tendrán la excusa de la CUP y sus exigencias para justificar medias tintas o retrocesos. Ahora toda la presión será para Junts pel Sí.

El nuevo movimiento de ajedrez 'cupaire' salva los muebles internamente. Casi el 70% de la organización lo apoya, aunque sea con la pinza a la nariz y denunciando el "chantaje convergente". También salva a la CUP de cara afuera: la decisión supondrá críticas desde la izquierda social, pero gran parte del votante más soberanista de la CUP no entiende la confrontación constante con Junts pel Sí.

Aun así, el 'sí instrumental' supone una derrota ideológica, y la CUP y el independentismo de izquierdas deberían ser conscientes de ello. La CUP se presentó a las elecciones en el 2012 para transmitir el discurso de los movimientos alternativos y para ser el altavoz de las luchas sociales en el Parlament. Los cuperos siempre han defendido que el eje social y el eje nacional iban de la mano y que una cosa no podía supeditarse a la otra. Pero el 'sí' en los presupuestos no deja de ser la plasmación de la incapacidad y las limitaciones del independentismo de izquierdas para superar un terreno de juego que no le es propio.

Votar 'sí' -probablemente la única opción para evitar una guerra abierta en el 'sí' del soberanismo- implica aceptar las reglas del juego marcadas por uno de los actores (el PDECat). Unas reglas que condicionan la realización de un referéndum sobre la independencia a la aprobación (contradicción más que evidente) de unos presupuestos autonómicos. Dos cosas que no tienen técnicamente nada a ver la una con la otra: podría haber referéndum sin presupuestos, y quizá habrá presupuestos sin referéndum.

La apuesta institucional de la izquierda independentista ha tenido éxitos muy relevantes y ha permitido hacer llegar su discurso a amplias cuotas de la sociedad. Pero la CUP tiene la fuerza que tiene -en el Parlament y en la opinión pública– y esto también ha supuesto muchas limitaciones a la hora de escapar de los marcos diseñados por la antigua Convergència. El PDECat se encuentra débil, pero sigue teniendo la capacidad de dibujar el terreno de juego ideológico sobre el cual se disputa la partida del 'procés' y del global de la política catalana.

La CUP no ha tenido ahora suficiente fuerza para ganar la batalla de las ideas. Ante la tesitura de enfrentarse a una nueva situación límite como la de enero del 2016 -que forzó la marcha de Artur Mas, pero que dejó la organización al borde de la ruptura- ha decidido reservarse y no entablar una batalla a sangre y fuego por los presupuestos. En la guerra de guerrillas a veces se pierden posiciones para ganar otras. El tiempo dirá si ha valido la pena.