El ejemplo de una artista pionera
Clara Peeters, una de las nuestras
La vida y obra de la pintora flamenca son un ejercicio ganador de lucha contra un entorno adverso
Estrella Montolío
Catedrática de la Universitat de Barcelona.
ESTRELLA MONTOLÍO
¿Quién no se ha alegrado, qué digo, emocionado viendo a ese tenista nuestro portentoso, Rafa Nadal, imponerse en una final agónica de Wimblendon al técnicamente perfecto Roger Federer? ¿Quién no se ha sentido contento al admirar la solvencia de las jugadas de los Gasol en la superexigente liga de la NBA? ¿O satisfacción de saber que el cardiólogo Valentí Fuster fue nombrado presidente de la Asociación Mundial de Cardiología, o que el psiquiatra Luis Rojas Marcos ha dirigido el sistema de sanidad pública de Nueva York?
Nuestra alegría ante estos acontecimientos procede, en buena medida, del hecho de que 'uno de los nuestros' aparece en lugares de mérito y relevancia tradicionalmente reservados a otros que suelen ser más y mejores porque disfrutan de más y mejores recursos y apoyos institucionales. Así pues, todos podemos entender la satisfacción que sentimos las mujeres cuando vemos a 'una de las nuestras', por fin, ocupar un lugar relevante en un espacio público en el que la presencia de ellas no es la normalidad, sino, por el contrario, la excepción.
Y eso atañe en la actualidad a la ilusión de ver a una mujer como presidenta de un gobierno, ministra de economía de un gran país, campeona de trial o waterpolo, CEO de grandes corporaciones, astronauta, premio Nobel de ciencia, ingeniera al mando de grandes infraestructuras o en las portadas de publicaciones prestigiosas por su contribución a la Humanidad. Y va también de poder atisbar que algunas de ellas, siglos antes, en épocas de mayor oscuridad y reclusión para las mujeres, tampoco se conformaron con lo que se tenía previsto para ellas.
EL BODEGÓN
Acabo de visitar la exposición de Clara PeetersClara Peeters, pintora flamenca del siglo XVII, en el Museo del Prado. Una exposición breve: apenas 15 piezas. Es emocionante contemplar la obra de quien no pudo jamás estudiar pintura en un taller, dada su condición de mujer. Y, por tanto, no pudo aprender muchas de las técnicas pictóricas de sus coetáneos, perspectiva, anatomía. Que se vio en la obligación de reproducir tan solo los objetos de los que disponía a su alcance, en los límites de su hogar: mesas, manteles y paños; copas de cristal veneciano, platos y vasijas de porcelana china; y uvas, quesos, ochíos de pan, granadas, vino… Y flores y alguna caracola. Y a partir de tantas evidentes limitaciones, sin embargo, contribuyó a desarrollar un nuevo género pictórico, de vanguardia en la época, el bodegón, en el que alcanzó la excelencia de la maestría profesional, reconocida ya en vida.
Los especialistas explican que Peeters se decantó por un estilo sobrio y preciso, que persigue la verosimilitud, que los objetos representados resulten casi reales para el espectador. Y en la elección de ese estilo realista, la pintora vuelve a mostrar su talento innovador, ya que la sitúa en la vanguardia pictórica no solo de la escuela flamenca sino del arte europeo.
Me entenderán ahora si digo que resulta conmovedor observar, 400 años después, la determinación de quien, frente a todos las 'verdades' establecidas respecto a su condición femenina, decidió ser ella misma y desarrollar sus aptitudes y su inteligencia. Y triunfó. Y sabemos que logró importantes reconocimientos y estimables remuneraciones profesionales.
AUTORRETRATOS
Pero lo más emocionante es observar cómo ella decidió infiltrarse en sus propios lienzos. Y no se contentó solo con indicar claramente su nombre y apellido en algún objeto de sus obras (con frecuencia, el mango de algún cuchillo), sino que también se representó a la manera liliputiense en lugares inesperados y solo visibles para el ojo avisado, como las refulgencias de una copa dorada que, vistas con detalle, representan, en realidad, el reflejo repetido de la propia autora; y no simplemente posando sino… ¡pintando! Su autorretrato apenas visible, escondido, pero reiterado en la gran mayoría de sus obras -en dos pinturas, se observan hasta ¡siete! autorrepresentaciones- es su forma decidida de afirmar su propia actividad profesional en un mundo dominado por los varones.
Si me permiten una recomendacion, si tienen niñas y jóvenes cerca de ustedes, llévenlas a ver la exposición (hasta el 19 de febrero). Aprenderán sobre la capacidad de reconocer lo que a una le hace feliz, sobre la voluntad de no conformarse, de no tirar por la borda las capacidades propias. Antes bien: la intención y el denuedo de luchar por desarrollarlas. Contra viento y marea. Y ganar. Y si no tienen chicas cerca, vayan igualmente.
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