ANÁLISIS
El 'trilema Junqueras'
Los tres factores que Junqueras considera compatibles de cara a los presupuestos no lo son
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Joan Coscubiela
Portavoz de Catalunya Sí que es Pot en el Parlament
Portavoz de Catalunya Sí que es Pot en el Parlament
JOAN COSCUBIELA
Una de las formulaciones más atractivas de los últimos tiempos, por su capacidad de explicar con sencillez los retos de la globalización, ha sido el trilema de Rodrik. Obviamente, la simplicidad con que se plantea tiene riesgos, como es el de caer en un análisis simplista de una realidad muy compleja. Pero, en mi opinión, ayuda a entender algunas de las impotencias de la política hoy.
El planteamiento de la contradicción insalvable entre democracia política, que en Europa comporta también democracia social, globalización económica y Estado nación, que ha sido el hábitat en el que ha fructificado el Estado del bienestar, y la imposibilidad de hacer compatibles estos tres factores en un mismo espacio territorial y temporal, es la madre del cordero. Y tal vez los huevos que tenemos que romper para hacer una tortilla que se pueda comer.
Mi opinión es que el equilibrio roto -siempre en relativo- entre mercados y sociedad, entre economía y política, no se puede recuperar en el espacio estrecho de los Estados nación. Que hay que construir nuevos espacios territoriales que sean el hábitat en el que la democracia recupere su capacidad de civilizar -siempre relativamente- la economía global.
Desgraciadamente, las cosas no pintan bien, y parecen ir en sentido contrario. El mandarinato chino, el putinato ruso, la trumplutocracia y sus discípulos en Europa apuntan a salidas en que lo sacrificado es la democracia y el Estado social en beneficio del reforzamiento de la globalización económica y el apuntalamiento de los Estados nación, sean viejos o nuevos.
En esta apuesta cuentan con la colaboración de amplias capas de las sociedades respectivas que, como ocurre en momentos de crisis, tienden a buscar soluciones en lo que conocen y en rechazar apuestas que conllevan riesgos. Especialmente, porque estos riesgos están muy mal repartidos socialmente.
Hoy, en Catalunya, estamos ante otro trilema importante. Hace referencia al debate de presupuestos, pero intuyo que es un trilema que tiene más profundidad.
El vicepresidente, Oriol Junqueras, insiste en la posibilidad de hacer compatibles el inmovilismo fiscal -negativa a la reforma fiscal–, la reducción del déficit público y al mismo tiempo el aumento del gasto social.
El 'trilema Junqueras' no solo es político, es también económico, especialmente en el contexto de un año en el que no se esperan cambios a corto plazo en la financiación y en el que la deuda pública se puede situar cerca de los 80.000 millones de euros, la mayoría en manos del Estado español.
Se puede decir que esto se resuelve con un cambio de estatus político de Catalunya; pero, de cara a los presupuestos de 2017, todo el pescado está vendido. Los tres factores que Junqueras considera compatibles no lo son. Y la prueba es que él y el Govern han tenido que elegir entre dos de estos tres factores.
Han escogido que los presupuestos mantengan el inmovilismo fiscal. 'No' a la reforma de IRPF, sucesiones y patrimonio y a la reducción el déficit público, a costa de sacrificar el gasto social, por la negativa a implantar la renta garantizada de ciudadanía.
El 'trilema Junqueras' tiene otra posible solución: apostar por el aumento del gasto social -sobre el eje de la renta garantizada de ciudadanía- y por la reducción del déficit público, y sacrificar su compromiso político de mantener el inmovilismo fiscal. O sea, encarar una reforma fiscal en profundidad de los impuestos propios y cedidos. Este es el quid de la cuestión de los presupuestos y el olor que terminen haciendo. Y esperamos que el olor no acabe siendo hedor a liberalismo económico.
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