Análisis
Barcelona arruina a los barceloneses
Una ciudad sin terreno para construir vivienda se queda sin margen objetivo de solución, convirtiéndose en prisionera de la especulación inmobiliaria
Jordi Mercader
Periodista.
JORDI MERCADER
Chris Bryant, diputado laborista galés y antiguo ministro para Europa, estuvo en Barcelona hace unas semanas. Entre café y café soltó una afirmación tremenda: "Mis votantes han llegado a la conclusión de que les resulta imposible vivir de su trabajo y nosotros no tenemos remedio a esta catástrofe". Por eso la socialdemocracia está en declive en todas partes y sus votantes se entregan al populismo de cualquier signo para poder seguir soñando mientras se arruinan. La capital de la socialdemocracia, la envidiada Barcelona, también vive en una gran contradicción, consecuencia de la tensión entre el éxito de la ciudad y las dificultades de los barceloneses para seguir el ritmo de tanta fama. Estos no solo han decidido abandonar la socialdemocracia, sino también a su propia ciudad.
CIUDAD-IDEA
Barcelona dejó de ser una simple ciudad para convertirse en una idea. Un lugar de clima estupendo en el que se respira modernidad, por la calidad urbana de sus nuevos distritos, por la rehabilitación de sus viejos barrios, por la oferta tecnológica y comercial, por sus universidades, sus playas y sus restaurantes. Una ciudad para turistas, erasmus, hombres de negocios y creadores de 'apps'. Para el resto de mortales, aquí es difícil trabajar, es muy caro vivir y muy costoso morir. Pero la ciudad no está en peligro, quienes están al borde de la extinción son los barceloneses, seguramente lo propio de las metrópolis más cosmopolitas y ricas del mundo.
La marca de la ciudad es de tal potencia que seguirá atrayendo residentes transitorios, afortunados empleados de la industria que no contamina pero que no fija amarras para poderse trasladar sin más complicaciones, jóvenes muy bien preparados en busca de un trabajo apropiado a sus aspiraciones que tal vez no encuentren lo justo y deban conformarse por un tiempo con la barra de un bar o el mostrador de una tienda. El tipo de población adecuado y la movilidad de personas propicia para hacer subir el precio de la vivienda hasta el infinito.
ESPECULACIÓN
La escasez de vivienda asequible es más grave que la oferta de trabajo, porque esta puede evolucionar en función de un mercado inquieto en el que le va la vida el crecimiento continuo y el descubrimiento de nuevos sectores de negocio. Una ciudad sin terreno para construir nueva vivienda se queda sin margen objetivo de solución, convirtiéndose en prisionera de la especulación inmobiliaria, por muchos esfuerzos que haga el consistorio de turno en buscar pequeños apaños. Barcelona se ha quedo pequeña para hacer frente en solitario a este desafío.
La paradoja es de campeonato: el futuro de Barcelona no garantiza el de los barceloneses, al menos en su propia ciudad. Están invitados a emigrar, aunque sea a las comarcas vecinas. La ciudad metropolitana es la alternativa propuesta por urbanistas y economistas desde hace tiempo, sin embargo, su configuración política e institucional queda siempre en nada por la persistencia de los obstáculos administrativos y el sentimiento de temor ante la Gran Barcelona.
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