Al contrataque

La escritura y la terapia

Todos los que escribimos sabemos que escribir es la enfermedad, no la cura. La cura es leer

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MILENA BUSQUETS

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Existe la creencia, cada vez más extendida entre psicólogos, gurús, pacientes y público en general, de que escribir no es solo buenísimo para todo el mundo, sino que además resulta terapéutico y sanador. Tengo la sensación, seguramente errónea, de que últimamente en todas las consultas, talleres, clases, grupos y clubs de lo que sea, se recomienda escribir. Yo creo que en parte es un poco por pereza de escuchar y ganas de quitarse el muerto de encima, además de por genuinas ganas de ayudar, claro: «Usted escriba, escriba, ya verá como se siente mejor». Y la gente va llenando cuadernos de desesperación y soledad que nadie leerá jamás (y aún menos publicará) o solo muy por encima y sin prestarles la atención que merecen. Tal vez un día en el mundo haya más escritores que lectores.

A mí me han debido de preguntar un millón de veces si escribir la novela fue una forma de elaborar el duelo por mi madre y si me ayudó a superarlo. Siempre respondo lo mismo: «Mi madre sigue muerta, ¿no?». Y podría añadir: «Lo que me ayudó a tolerar su pérdida fue una mezcla de alcohol, yoga y antidepresivos».

El dolor sigue ahí fuera, reluciente y duro como un diamante, inalterable. A veces tengo la sensación de haber llegado a una montaña muy alta donde siempre está atardeciendo y sopla el viento y nieva sin parar. No vivo en sus laderas, pero me he instalado cerca, la veo desde la ventana, forma parte de mi paisaje, es probable que me sobreviva. Y aunque escribiese 100.000 libros, seguiría ahí.

Todos los que escribimos sabemos que escribir es la enfermedad, no la cura. La cura es leer (y emborracharse, etc.).

UNA CONDENA

La escritura no te salva. Puede que, si tienes suerte, lo que escribas salve a alguien, pero no será a ti. La escritura te condena. Escribir un texto con el objetivo de que sea publicado y leído por otra gente no es nunca una terapia, es un trabajo, una labor complicada que no está pensada para que uno se sienta mejor, sino para intentar dar placer, entretener, seducir a los demás, que es uno de los objetivos más altos que existen. Es como contar un cuento, no contamos un cuento para reconfortarnos a nosotros mismos, lo contamos para el que nos escucha (y rezamos para que no se duerma a la mitad, a no ser que sea nuestro hijo pequeño y que sea el tercer cuento de la noche).

Lo que nos salva, lo que nos cura, a veces incluso de lo incurable (al menos durante un rato, pero casi todo es siempre solo durante un rato), es leer. ChéjovProustSimenonColetteBernhardCamusGinzburgPhilip RothKafka, me han cogido más de una vez de la mano para llevarme hasta orillas menos turbulentas. Nadie puede salvarse a sí mismo.