Juntos ganaremos

Para abrir los colegios electorales, en septiembre del 2017, habrá que superar muchos escollos

El vicepresidente del Govern, Oriol Junqueras, y el 'president', Carles Puigdemont, con el proyecto de ley de los presupuestos de la Generalitat para el 2017 en la reunión del Consell Executiu, este martes.

El vicepresidente del Govern, Oriol Junqueras, y el 'president', Carles Puigdemont, con el proyecto de ley de los presupuestos de la Generalitat para el 2017 en la reunión del Consell Executiu, este martes. / periodico

JOAN TARDÀ

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'Sit omnibus notum' ('Que lo sepa todo el mundo', que escribían los notarios medievales al iniciar la redacción de un testamento): la mayoría de Junts pel Sí y la CUP aprobará los presupuestos del próximo año. Por dos razones. Por un lado, por el buen trabajo del Govern a la hora de confeccionarlos y por la voluntad de diálogo propositivo de la CUP. Asimismo, por el convencimiento de que, si no hubiera entendimiento, tanto Puigdemont como Junqueras deberían hacer las maletas e irse a casa. De igual manera que los dirigentes de la CUP no podrían salir.

El pueblo nunca perdonaría que en el actual escenario, en el que todo depende de las fuerzas independentistas (Govern y mayoría parlamentaria independentista), no se cumplieran las obligaciones contraídas de poner las herramientas al alcance de la ciudadanía para aspirar a hacer nacer el nuevo Estado. No valdría ningún tipo de excusa ni argumentos justificativos que pretendieran hacernos creer que la culpa es de España. Cierto que desde la Administración española intentarán ponérnoslo difícil (incluso con tácticas radicalmente diferentes a las utilizadas hasta ahora), pero, repetimos, todo depende solo de nosotros.

En definitiva, si Puigdemont y Junqueras, es decir el Govern, continúan actuando juntos, convencidos de que, al fin y al cabo, o salen los dos al balcón el día de la victoria o no saldrá ninguno, ganaremos. Es decir, se abrirán los colegios electorales el mes de septiembre para que los catalanes y las catalanas, todo el mundo, con independencia del posicionamiento ideológico, pueda decidir.

Abrir los colegios electorales, sí. Este es el objetivo para el que habrá que superar muchos escollos y debe ser el punto de encuentro con Xavier Domènech y el amigo Coscubiela, que deben sacar conclusiones sobre qué hacer a partir de una situación consolidada ganada en la calle que no tiene retorno: los colegios electorales se abrirán porque Puigdemont y Junqueras serán fieles al mandato democrático y a la palabra dada.

Por eso, el miedo para los poderes fácticos de todo tipo y para la Administración española no radica en el resultado del referéndum, todavía. ¡Ni mucho menos! El terror radica en su celebración, por lo que el primer embate consistirá en impedir la convocatoria con todo tipo de munición: desde el asedio al Gobierno hasta la voluntad de hacer arraigar la idea en el imaginario de la sociedad catalana de que no hay suficiente base popular como para ganarlo, pasando por intentar fracturar complicidades entre el independentismo y el mundo político de Ada Colau o los cantos de sirena de Rajoy hacia un cambio de actitud compatible con la violencia judicial.

Esta necesidad de poner la directa para impedir el referéndum de septiembre del 2017 proviene de un hecho del que son conocedores: la sociedad catalana no saldría fracasada de un referéndum aunque el resultado no fuera favorable a la independencia. ¿Habría decepción entre los independentistas? Ciertamente, mucha. Pero solo decepción, no sentimiento de fracaso. ¡Y transitorio! Porque un pueblo que ha conquistado y ejercido el derecho a decidir nunca podrá sentirse frustrado y vencido en la medida en que el derecho a decidir pertenece tanto a los catalanes independentistas como a los que no lo son.

Y, en segundo lugar, porque ejercerlo las veces que sea necesario solo dependerá de cuatro factores: de la voluntad de la ciudadanía, de la honestidad política a la hora de cumplir los compromisos con que los dirigentes (Puigdemont-Junqueras) hayan cerrado la etapa anterior, de la autoestima como comunidad nacional que se haya derivado del proceso y, finalmente, de las hegemonías políticas futuras.

Y en el relato de la construcción de las hegemonías del día siguiente (¡tal vez tendríamos que hablar, Xavier Domènech!), ¿alguien cree que si el independentismo cumple la obligación que ha contraído con la ciudadanía y abre los colegios electorales no se habrá ganado tener la hegemonía política en los años posteriores al referéndum aunque no se hubiera ganado?

El referéndum se puede ganar o se puede perder (creo, sinceramente, que lo ganaremos), pero en todo caso, nuestro país y también el independentismo, incluso perdiéndolo, ¡ganamos!