Dos miradas

El rey, solo

La nueva película de Albert Serra, que hoy se estrena, es un excepcional

El director de cine Albert Serra.

El director de cine Albert Serra. / periodico

JOSEP MARIA FONALLERAS

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ean-Pierre Léaud aún conserva un rasgo de su juventud, del niño que fue en Les 400 coups, aquel Antoine Doinel que corría alborotado, o del amante inquieto, nervioso, histérico de Maria Schneider en Ultimo tango a Parigi. Conserva la barbilla prominente, un rastro de aquella desazón. En <i>La mort de Louis XIV</i>, sin embargo, la avalancha de palabras se convierte en silencio; la desazón deviene pausa. Este es el secreto de por qué la nueva película de Albert Serra, que hoy se estrena, es un filme excepcional, una historia que concentra el misterio de la muerte -de este desapego- en el lento recorrido a través de la agonía del monarca.

El rey está solo. Aun a pesar de los médicos que le rodean, de la corte que espera fuera de plano, la dolorosa travesía hacia el final es solitaria. Hay un plano que dura quizá más de diez minutos, con música de Mozart, donde Léaud -en su cama de tonos granates y grandes cojines versallescos- hace «hablar al silencio». Lo reconoce él mismo en una carta que envió a Libération para explicar el personaje: «Me gusta interpretar este silencio». La máxima expresión del poder absoluto y, a la vez, la más absoluta impotencia ante la muerte.

Albert Serra, como hacen los clásicos, no habla de Luis XIV y de sus circunstancias, sino del momento supremo (y a la vez ridículo) que todos -reyes y vasallos- viviremos. Y lo hace con un ritmo pausado, barroco y esencial. Y, en la cámara mortuoria, aun está la barbilla de Léaud.