Diálogo es referéndum

Mientras se lleve a más líderes catalanes a los juzgados que a la Moncloa no se puede hablar de voluntad de consenso

Enric Millo toma posesión del cargo de delegado del Gobierno.

Enric Millo toma posesión del cargo de delegado del Gobierno.

MARINA LLANSANA

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En política a menudo pasa como con el 'Black Friday', que en la práctica acaba decepcionando porque la propaganda es muy grande pero la oferta muy pequeña. Me ha hecho pensar en ello esta nueva era de diálogo y consenso que inicia el Gobierno español: mucha propaganda para una única oferta concreta e irrisoria: celebrar en Barcelona una reunión del Consejo de Ministros.

Es cierto que también ha habido cambio de caras, y que Dolors Montserrat y Enric Millo son más amables que Jorge Fernández Díaz y María de los Llanos de Luna. Pero incluso el propio Mariano Rajoy sabe que esto no es suficiente para convencer a nadie de que habrá un cambio real en la forma en que el Gobierno español trata a Catalunya. Tan cronificado como está el desencaje, ya nadie se traga los gestos simbólicos y hacen falta concreciones: que llegue el dinero para pagar a las farmacias, que se resuelva el drama de los trenes de Rodalies, que los viernes dejen de ser aquel día de la setmana en que el Gobierno español tiene el hábito de enviar al Tribunal Constitucional las resoluciones aprobadas por el Parlament de Catalunya.

Pero sobre todo es necesario que esta "lealtad institucional" que reclama Soraya Saéz de Santamaría se traduzca en invitar a los líderes catalanes a sentarse en una mesa a hablar de Gobierno a Gobierno y ofrezca soluciones, y no en enviarlos a sentarse en el banco de los acusados de los juzgados. Es urgente que el Ejecutivo español abandone la vía judicial para resolver los problemas políticos.

Si no lo hace, ningún representante del Estado tiene credibilidad alguna tendiendo la mano el día en que se anuncia que la presidenta Carme Forcadell será llamada a declarar en el Tribunal Superior de Justícia de Catalunya, el día en que el Congreso español vota a favor de que se juzgue a Francesc Homs por el 9-N, el día siguiente a que el Tribunal Supremo ratifique la sentencia del Consejo General de Poder Judicial contra el juez Santiago Vidal, suspendido de sueldo y empleo por expresar sus ideas. Mientras se conduzca a más líderes catalanes a hablar en los juzgados que en la Moncloa no se puede hablar de voluntad de diálogo ni de consenso.

Y una vez abandonada la vía judicial y retomada la vía política, finalmente será necesario que el Ejecutivo español acepte empezar a hablar del referéndum. Porque en democracia se tiene que poder hablar de todo, incluso de esta posibilidad tan estrambótica para Rajoy pero tan normal en el resto de países democráticos del mundo que es la de resolver los conflictos votando.

De momento parece que, efectivamente, han cambiado las formas pero no el fondo. Y, escarmentada y prevenida como está la sociedad catalana después de haber sufrido durante siglos la táctica felipista del "que se consiga el efecto sin que se note el cuidado", es difícil que los gestos simbólicos y caras amables sirvan de gran cosa. Si de verdad Millo es diferente de Llanos de Luna lo veremos el día 6 de diciembre,cuando tenga que decidir cómo actúa ante los cargos electos que irán a trabajar respondiendo a la llamada de la AMI. A ver cuántos días habrá durado, esta vez, el talante dialogante.