LA SOCIEDAD TECNOLÓGICA
Bienvenido al futuro inteligente
A falta de solución política y social al cambio tecnológico y laboral la baza es el discurso colaborativo
Enric Puig Punyet
Profesor de filosofía de la UOC
Enric Puig Punyet. Profesor de filosofía de la UOC y autor de 'La gran adicción ¿Cómo sobrevivir a internet y no aislarse del mundo?'
ENRIC PUIG
Esta semana se celebra en Barcelona la segunda edición del IOT Solutions, congreso internacional sobre el internet de las cosas. El evento no es menor, sino que está a la altura de una cumbre del G8 o de cualquier encuentro a puerta cerrada que pueda imaginar la mente más paranoica de entre los amantes de conspiraciones. Son sus integrantes quienes tienen en sus manos el futuro que está a la vuelta de la esquina, que lo reducen a un simple augurio: en unos años, no muchos, todos los objetos que nos rodeen estarán conectados a internet. Gozarán así del apreciado apelativo 'inteligente', capacidad que hoy ya nos han hurtado nuestros móviles.
A grandes rasgos, el augurio se puede simplificar en tres momentos. En el primero, mi nevera, ropa, coche, lámpara y jardín recopilarán datos acerca de su propio comportamiento automático y de mi relación con ellos. Hablarán entre sí, enviándose constantemente toda clase de datos. Gracias a ello, dispondré de más tiempo, que se lo ganaré a las tareas cotidianas que no deseo, para destinarlo al Facebook o al 'Candy Crush'. Como recompensa por los servicios prestados, los fabricantes gozarán de un trato directo conmigo y sabrán acerca de mis deseos, que podrán satisfacer de inmediato y sin necesidad de intermediarios.
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Llegado un segundo momento, los procesos industriales gozarán también de esta inteligencia. Los objetos fabricados aprenderán de las virtudes y fallos de sus primos hermanos interconectados. Moldearán por sí solos su propia evolución. Asumirán así el rol de diseñadores industriales, que pasarán a ser inútiles como ya lo habrán sido los operarios. A la larga, igual que hoy puedo editar vídeos con mi iPhone de forma sencilla, podré diseñar mis propias prendas y objetos, que imprimiré en mi casa o recibiré en servicio exprés mediante dron o furgoneta automática. Conductores y transportistas serán también intermediarios indeseados entre el usuario y quien le presta el servicio.
ADIÓS, OPERARIOS
En el último momento, los objetos habrán logrado tal cota de inteligencia que serán capaces de repararse a sí mismos. Operarios, mecánicos y electricistas quedarán también eliminados de la ecuación en la que las empresas apuestan por ofrecerle un servicio integral y satisfactorio al usuario.
¡Bienvenido al futuro inteligente! A pesar de que no hay una solución política ni social a un cambio tecnológico y laboral que se está implementando a marchas forzadas, la repuesta es sencilla para quienes idean este porvenir: como ya ha sucedido con el internet que conocemos, el que concierne a la información y al conocimiento, su baza está en apelar a un discurso colaborativo. ¡Mueran las antiguas formas jerárquicas! ¡Larga vida a la inteligencia social!, vocean. Pero cuidado: ya dijo Carl Schmitt que quien ostenta el poder no es quien controla la normalidad, sino quien decide en el estado de excepción. Y cuando surja la situación excepcional, la del fallo del sistema, ¿a quién vas a llamar?
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