Peccata minuta
Monumentos (2)
Mucho me temo que aún existen poderosísimas familias barcelonesas que se reconocen en el marqués de Comillas y defienden sus méritos
«Traed aquí al hijo de perra que hizo grabar en mi estatua: 'Murió como un héroe, murió como nadie muere ya'; yo, que morí matando porque siempre fui un cobarde». Estas palabras de Jacques Brel bien pudiera haberlas pronunciado en su improbable arrepentimiento postmortem don Antonio López López, primer marqués de Comillas (1817-1883), pero, en su pedestal, quienes aún cantan sus virtudes son Alfonso XII y Jacint Verdaguer, sí, nuestro mossèn Cinto: «Muntat de tos navilis en l'ala beneïda / busqui de les Hespèrides lo taronger en flor...».
Parece ser que el personaje tuvo que huir de España y su justicia a causa de una pelea tabernaria, embarcándose hacia la Cuba colonial, donde casó con doña Lluïsa Bru, catalana de gran fortuna. Gracias al oportuno braguetazo, López y López adquirió naves mercantes y una gran plantación de café, hasta que en 1848 descubrió -contraviniendo la ley de 1820 que prohibía la trata de esclavos al norte del ecuador- que el gran negocio era la compraventa de seres humanos. En 1856, con su cárnica fortuna ya amasada, se instaló en Barcelona, en casa de los Vidal-Quadras (¿les suenan?), y, para cuadrar el círculo, emparejó a su hija con los Güell, familia también puntera en el arte del esclavismo.
A su muerte, en 1883, la gran Barcelona coincidió en que López el Negro merecía un homenaje, y lo tuvo, esculpido por Venanci Vallmitjana con el bronce desguazado de sus barcos. A poco de su inauguración, Francesc Bru, cuñado del marqués, le describía en un librito titulado La verdadera vida de Antonio López y López como un sujeto prácticamente analfabeto, cruel y despiadado, para quien todos los medios -legales o no- eran lícitos con tal de ganar dinero.
En nuestra guerra civil, la CNT consideró que la mejor utilidad que podía darse a aquel bronce era fundirlo para hacer balas con las que librarse de gentuza como él; luego Franco encargó al catalán Frederic Marés, uno de sus escultores de cabecera, la restitución del monumento a López, así como el de su consuegro Joan Güell, que todavía siguen en pie, desafiantes.
El negro Domingo ha vuelto a ser noticia, ya que la CUP ha invitado a la municipalidad a destruirlo a él y a su memoria. No puedo estar más de acuerdo en ello, pero mi pregunta es: ¿cómo Narcís Serra, Pasqual Maragall, Joan Clos, Jordi Hereu, Xavier Trias e incluso Ada Colau no han hecho de la abolición a este escupitajo metálico una de las prioridades simbólicas de sus mandatos? ¿Por haber fundado Tabacos de Filipinas, el Banco Hispano Colonial o abrir la Via Laietana? ¿Por subvencionar L'Atlàntida de su capellán a sueldo? Mucho me temo que aún existen poderosísimas familias barcelonesas que se reconocen en él, defienden sus méritos y... la estatua no cae.
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