Tú y yo somos tres
Ratomaquia calva
Ferran Monegal
Crítico de televisión
Ferran Monegal
FERRAN MONEGAL
Nueva ratomaquia. La cadena Tele 5 acaba de estrenar otra temporada de Gran Hermano, un negocio que entra en su glorioso año 17 de vida y que constituye el alma, la marca distintiva de este imperio: el reality show. Todos los arranques de todas las ratomaquias de estos 17 años han sido muy trepidantes, inofensivos y blancas. En la presentación de los concursantes, vemos a estas muchachas y muchachos que entran en Guadalix alegres y confiados. No tienen conciencia clara, todavía, de que aquello es una jaula. Sus padres y familiares, a los que han grabado previamente, también están exultantes. Tampoco han comprendido aún que sus hijos han sido elegidos para hacer el papel de ratoncitos. O sea que el primer programa siempre es espumoso y feliz. Lo turbio comienza inmediatamente después del show de arranque. De todos los ratoncitos seleccionados en casa nos ha gustado mucho Miguel, un joven gallego que se definía a sí mismo así: «Soy un chico trampantojo. A la gente le hago creer cosas que en realidad no son». ¡Ah! Eso es la esencia de muchos programas de televisión, sí señor. Particularmente informativos y noticiarios. Miguel se presentó con un tupé sensacional, una mata de pelo aérea, exuberante. Y después de hacer unas posturas de modelo fashion se acercó a la cámara, se puso la mano en el nacimiento de su potente masa capilar, y se arrancó de cuajo su vistoso penacho, quedando al descubierto una considerable calva. ¡Ah! Fue un gesto hermoso. Muy honesto. Tuvo la valentía de enseñarnos que su fantástico tupé en realidad era un trompe-l’oeil, una impostura, y que usaba una peluca para tapar la verdad: su pelado cráneo. Hombre, celebro este golpe de Miguel. Sería estupendo que su ejemplo se generalizase. Hay mucho peluquín, mucho postizo, en el gremio de presentadores, conductores, opinadores, tamborileros y tertulianos.
Para los organizadores el gran momento fue el traspaso de poderes. Le dieron mucho realce. Merceditas Milá lloró al pasarle la flauta de Flautista de Hamelín a Jorge Javier Vázquez. El se limitó a recogerla y ponerse a soplar. Las primeras notas le salieron frías. Incluso desafinadas en algún tramo. Es verdad que Merceditas había adquirido una virtuosa soltura con la flauta, pero hay que darle tiempo a Jorge Javier. Es imposible que lo haga peor que Pepe Navarro, que llevó la ratomaquia-3 (año 2002) , y fue insoportable.
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