Al contrataque
Salvar la televisión
El salto entre la información y el entretenimiento televisivo que consumen pudientes y empobrecidos es cada vez mayor en España
Ángeles González-Sinde
Escritora y guionista.
ÁNGELES GONZÁLEZ-SINDE
Una costumbre muy saludable cuando se viaja fuera es encender la tele de la habitación del hotel, entienda uno o no la lengua del país. Así nos hacemos una idea de qué ven otras personas en otros lugares. La primera conclusión es que lo que echan las teles en Europa no es lo mismo que en España, excepto Italia. Nuestro modelo responde más al berlusconiano, más comercial y agresivo, menos interesado en el contenido y más en la venta de anuncios. No debería ser incompatible hacer buena tele y hacer dinero. Las televisiones privadas son negocios, por supuesto, pero, como la pública, también tienen responsabilidades.
Este es un debate que no se menciona pero que es crucial para la salud de la democracia, porque votamos según lo que pensamos y pensamos según la opinión que nos conformamos de la realidad. Esa opinión se basa en la información de la que disponemos, e incluso con el auge de internet y las nuevas redes la televisión sigue siendo el altavoz más potente, que llega a más personas. Ojo, cuando digo información no me refiero a los informativos, sino a todos los programas de televisión. Cualquiera, desde los concursos a las series pasando por el cotilleo o la cocina, transmite valores, aspiraciones y un retrato interesado de la sociedad, todo lo cual condiciona nuestra percepción de la vida, de nuestro país y de los otros. Con información distorsionada se toman decisiones inadecuadas.
Esta tarde, mientras en mi tele el candidato a presidente desgranaba su previsible ristra de reproches y autobombo en el Congreso de los Diputados, y a sabiendas de que nada diría de los medios audiovisuales y su futuro, me dediqué a buscar en los programas electorales propuestas para la radio y la televisión públicas en la nueva legislatura.
Abismo en el consumo
El programa del PP ni lo menciona, lo cual ya es significativo. El del PSOE, en cambio, habla extensamente de por qué la televisión pública es necesaria, de cómo ha perdido calidad e influencia, de su depauperización, su estrangulamiento económico y político. Nuestro país es pequeño en población, con lo que los medios de masas que para ser viables requieren grandes audiencias tienen complicado atender a los gustos e intereses de minorías que no son rentables. Por otro lado, crece la desigualdad, la clase media se empobrece o desaparece y el salto entre la información y el entretenimiento que consumen pudientes y empobrecidos es cada vez mayor. El PP ha favorecido ese abismo llevando a la televisión y las radios públicas a tan mala situación. Para millones de personas son su fuente principal de alimento social, cultural, intelectual y creativo. Es imprescindible que se recuperen a la mayor urgencia si queremos salir de la crisis y de verdad regenerar esta sociedad nuestra.
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