DOS MIRADAS
Insulto y espejo
«No vinimos para gustar». El 27 de enero una veintena de mujeres de la CUP denunciaron en la plaza del Rei los ataques machistas recibidos en el proceso de investidura del 'president'.
Josep Maria Fonalleras
Escritor
JOSEP MARIA FONALLERAS
En una de las más impactantes escenas de '2666', el montaje teatral de Àlex Rigola a partir de la novela de Roberto Bolaño, un grupo de policías mexicanos, ante el cuerpo descuartizado de Esperanza Gómez Saldaña, empiezan a contar, en la desolación del desierto de Santa Teresa, chistes machistas. Es una especie de competición y también un puñetazo al espectador: por acumulación. Una montaña de mierda que se va formando a base de gracias del tipo «¿qué hace una mujer fuera de la cocina? Turismo». Recuerdo que la sensación que te invadía era la de estar nadando en la más absoluta abyección, en el envilecimiento más antiguo y persistente.
Cuando las militantes de la CUP se plantaron en la plaza del Rei en ese acto que las crónicas bautizaron como «ruborizante», pensé en Bolaño y en el repudio de uno mismo que aparece cuando nos miramos en el espejo de la idiota supremacía masculina. Fueron, ese día, «putas y traidoras y malfolladas, gordas, feas, viejas, retrasadas, y estúpidas y cortas».
Asumieron los insultos porque los pervirtieron, convirtiéndolos en armas cortantes de la lucha a favor del género humano. Así de contundente. Así de sencillo. Pusieron en fila el ridículo de quienes ven en ellas a unos seres inferiores porque son 'ellas'. Acumular es llenar el saco hasta que reviente de indignidad y también imputar un delito. Pues eso.
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