Al contrataque
Historia de la juventud
Conocer la historia, es decir, las consecuencias prácticas de la aplicación de tal o cual idea, por hermosa que sea, es indispensable para salir adelante
Ángeles González-Sinde
Escritora y guionista.
ÁNGELES GONZÁLEZ-SINDE
He observado que un buen docente puede llegar a interesar a los chicos y chicas en el estudio de la filosofía, incluso hasta apasionarles con cierta facilidad. También puede ese docente lograr que los alumnos se aproximen a la literatura, aunque requiera compromiso; hay que leerse los libros y ¿quién tiene tiempo cuando ocurren tantas cosas en tu móvil? Es mucho más infrecuente, sin embargo, que la chavalería se enganche con la historia. Incluso a los buenos estudiantes les cuesta. He elaborado mi teoría: intuyo que a esa edad es natural que el pensamiento vuele al mundo de las ideas, lo que podría ser y todavía no ha sido, y menos factible que se pose en lo concreto, lo que ya fue en un tiempo remoto, cuando nosotros ni siquiera existíamos. En la adolescencia todo está empezando y tú quieres que empiece contigo, las teorías de los filósofos resultan de utilidad para debatir lo único que nos interesa: ¿cómo vivir?, ¿qué diseño vital mola más?
La historia nos interesa según nosotros mismos vamos acumulando tachones en un cuaderno que ya no está en blanco y comprendemos la trascendencia de nuestro pasado en el presente y, si nos descuidamos, en nuestro futuro. Entonces empezamos a leer biografías, memorias, tratados de historia, y con sorpresa descubrimos que hablan de nosotros y de nuestros coetáneos, aunque estén situadas en la España de Isabel II o en la Europa de la Contrarreforma. Te haces viejo y te parece que cualquiera de esos momentos influye más en tu vida que lo que echan en este momento por la tele. Aquellos de antes no eran tan distintos de nosotros, pensamos, quizá porque nosotros también hemos empezado a ser antiguos, es decir, pertenecientes al antes.
Evitar repetir los errores
Pero conocer la historia, es decir, las consecuencias prácticas de la aplicación de tal o cual idea, por hermosa que sea, es indispensable para salir adelante y, si nuestros chicos no conocen su historia no podrán ahorrarse los errores que ya cometimos sus mayores ni comprender de verdad su presente. Por eso se me ha ocurrido una idea fantástica. Como a los adolescentes solo les interesan ellos mismos, pero al mismo tiempo les conviene conocer la historia, preparemos un manual que se titule Historia de la juventud. Solo hablará de siglos pasados desde el punto de vista de quienes entonces eran adolescentes: qué hacían los chavales romanos, qué pensaban los del Reino Visogodo, cómo vivían los de Al-Andalus, qué les divertía a los del Reino de Aragón, qué desesperaba a los de la Reconquista, cómo ligaban en las guerras carlistas y así sucesivamente. A ver si así los chicos comprenden que la España de hoy corrupta, chapucera, viene de largo y que, si lo que ya se hizo no funcionó, tendrán que intentarlo de nuevo.
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