LA CLAVE
Palabra de Pablo
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
ALBERT SÁEZ
Podemos surgió de la equidistancia emocional de los indignados con el PP y con el PSOE. Los jóvenes sobradamente preparados y la clase media jubilada anticipadamente sabían perfectamente que la crisis en España había tomado forma de estafa por la conjunción de los excesos del segundo Aznar y la sumisión del segundo Zapatero, por la ley del suelo y por la tolerancia con las preferentes, entre otras cosas. Bankia actuó como catalizador de esa equidistancia podemita con los partidos de la 'vieja política' y la casta, una rendija por la que se coló con habilidad y algunas ayudas Albert Rivera que de la noche a la mañana sumó al PP a la lista de corruptos que había predicado en Catalunya.
Pablo Iglesias fue a las elecciones del 20-D con esa equidistancia emocional como estandarte. Y en las posteriores negociaciones actuó en consecuencia. No sucumbió a la maniobra envolvente de Pedro Sánchez apoyado en las huestes de Ciudadanos. Se ganó un pacto con Izquierda Unida y también la animadversión de una parte de la dirección y de los votantes socialistas.
Con las encuestas a favor y animando a los electores al 'sorpasso', Iglesias sacó el guante de seda en el único debate de esta insulsa campaña electoral. Ante las cámaras sentenció que su voluntad es pactar con el socialismo para echar a Rajoy "en el orden que decidan los electores". Esa sentencia tan solemne ha servido de acicate a los dirigentes del PSOE para reclamar -y, según algunas encuestas, acariciar- la posibilidad de quedar por delante de Podemos al menos en escaños. ¿Qué hará entonces Iglesias? ¿Seguirá siendo la prioridad un gobierno con los socialistas si el presidente es Pedro Sánchez? ¿O volverá entonces la equidistancia y la cal viva para fundamentarla? Si hacemos caso a las palabras en este diario de Julio Anguita, inspirador de Unidos Podemos, ahora no es el momento de gobernar sino de quedarse en la oposición. ¿Vale igual esta afirmación con sorpasso que sin él? ¿Cuando Xavier Domènech habla de un gobierno 'a la barcelonesa', piensa solo en Colau o también en Maragall? Los electores merecerían saberlo antes del domingo.
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