Mi hermosa lavandería
48 millas
Isabel Coixet
Directora de cine
ISABEL COIXET
Hay noticias que una tiene que leer varias veces para dar crédito a lo que está entendiendo. 48 millas, lo que vienen siendo unos 77 kilómetros. Esa es la distancia máxima que, según la web Nawadir, que responde a cuestiones según la Sharia, perteneciente a la asociación islámica de Blackburn (Inglaterra), se le puede permitir a una mujer recorrer sola. Al parecer, 48 millas (o tres días) es lo que puede recorrer un camello en el desierto, según una media del siglo VII en Arabia Saudí. A partir de esa distancia, la mujer tiene que ir obligatoriamente acompañada. Que esta ley de hace 1.400 años pueda ser algo que alguien se tome en serio en la Inglaterra de hoy es algo que reconozco que me supera.
Hay otras perlas en la web Nawadir: parejas que llevan años casadas, sin tener hijos, y que piden consejo sobre si el Corán permite maneras alternativas de concebir (¿?), gente que consulta el orden de las oraciones en los funerales, la necesidad de usar el púlpito para sermones, las medidas de las barbas, etcétera. Es cierto que en los tiempos en los que vivimos, la red en general está plagada de gente preguntando las cosas más peregrinas. Yo misma he 'googleado' cosas como: “¿Hay algún buen restaurante abierto el domingo por la noche en Lyón?” o “¿cómo se desatasca el baño sin desatascador?”, que no son, precisamente, las preguntas más brillantes del universo, pero me pregunto qué le pasa por la cabeza a alguien para hacer una consulta como los kilómetros que puede dejar ir sola a su mujer.
Este terror a la libertad de las mujeres es algo que impregna la Sharia. No ir sola. No aprender a conducir. No enseñar el pelo, los brazos, las piernas. No besar, no mirar, no reír, no bailar. No vivir. ¿De dónde viene todo este miedo? ¿De dónde? ¿Porqué? ¿ Hasta cuándo las mujeres islámicas tendrán que aguantar estas leyes absurdas que cada imán interpreta según lo que más le conviene? ¿Hasta cuándo tendrán que vivir vidas regidas por un sistema montado para controlarlas, sojuzgarlas y hacerles la existencia infinitamente más difícil? Hay un momento en que no valen razones históricas (“En el siglo VII, las mujeres eran violadas en el desierto por los bandoleros, de ahí que la Sharia prohibiera que fueran solas”). Hay un momento en que hay que exigir que quien quiera que sea portavoz de estas asociaciones islámicas rectifique estas declaraciones. O las ratifique. Y, si es así, pido humildemente que se aumente la distancia: 10.000 millas. O un millón. Aunque los camellos se mueran por el camino.
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