La rueda

La reforma de Convergència

JOAN SUBIRATS

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No creo que nadie antes del 25 de julio del 2014 (Jordi Pujol informó del «legado» de su padre y depositado en Andorra) imaginara lo que pasa hoy en Convergència Democràtica. Desde aquel momento, a las tribulaciones propias de un partido que había pasado en poco tiempo de un nacionalismo autonomista y pactista a un independentismo fulgurante, hubo que añadírsele la pesada carga de desembarazarse nada más y nada menos que de la sombra maléfica de su fundador, creador y líder supremo.

En menos de dos años, CDC se ha presentado a las múltiples elecciones celebradas con diversos nombres y liderazgos. Pero, a pesar de gobernar en la Generalitat y de la especial reverencia con que sigue siendo tratada en medios de comunicación públicos y privados, aumenta su decadencia electoral y disminuye su influencia social. El ciclo electoral continuo no les ha dejado acometer en paz su viaje de reconfiguración, pero ahora, tras la negativa de ERC de ir juntos a las elecciones, quieren mezclar la campaña del 26-J con los pequeños fastos y celebraciones de su cambio de denominación y de matizada reconfiguración ideológica.

Han hecho una encuesta a la militancia sobre un montón de temas, como si se partiera de cero y no de 40 años de práctica política y de gobierno, buscando acercarse así a las nuevas formas de construcción colectiva de programas y posiciones políticas. El análisis de las 2.000 encuestas muestra una militancia con ganas de cambiar de vestimenta (nombre, formas organizativas) y con mayor sensibilidad social de la que ha caracterizado a CDC. Al final, predomina la indefinición política en los aspectos ideológicos más convencionales, con posiciones más claras en el apartado de afirmación nacional. Más renovación de mensaje que de contenidos. Cambiar sí, pero sin estridencias. Cambiar de nombre si, pero no del todo.