tú y yo somos tres
Rapado de pelo y entre rejas
Ferran Monegal
Crítico de televisión
Ferran Monegal
FERRAN MONEGLA
El periplo, el tour por los conventos, de las cinco muchachas aspirantes a religiosas sigue su curso (Quiero ser monja, Cuatro). Las van llevando por ditintos monasterios para que sepan que la vida monacal huele a rosas, pero que tiene alguna espina también.
Esta semana las transportaron hasta Onil (Alicante), al convento de las Carísimas Hermanas Justinianas, orden de clausura que fundó en 1404 San Lorenzo Justiniano, primer patriarca de Venecia. La cámara se movía alrededor de estas muchachas en busca de momentos peliagudos pera ellas. Es la base del reality: buscan, o crean, momentos incómodos que provoquen tensión en las jóvenes.
Por ejemplo, cuando la madre priora las invitó a raparse el pelo. No fue una orden. Fue una sugerencia. Solo aceptó ser rapada la joven Paloma, que es la que parece tener más vocación de monja. Mientras a Paloma le iban pasando una maquinilla eléctrica, las otras cuatro aspirantes se estremecían. Decía Juleysi: «A mí el pelo no me lo toca nadie», y acariciaba con delectación su hermosa melena. Juleysi es la que está dando mas juego. Es perfecta para el reality show, porque tiene a su novio, Alberto, que la está esperando fuera. No hay día que no hable de él. Y la cámara la enfoca taladrándola en sus dudas y zozobras. Quiere saber si el ardor que siente por Alberto es superior a la pasión que siente por Dios. Por ahora no se aclara. Y ese desasosiego es perfecto para el docu-show.
Otro momento de tensión fue cuando las jóvenes recibieron la visita de sus familiares desde detrás de las rejas de la clausura. ¡Ah! Ese ha sido otro ingrediente que el reality ha trabajado a fondo. Estar encerradas entre barrotes de hierro les ha producido una cierta irritación, pero también fragilidad, dependencia y sumisión. Quién sabe si hace tres meses alguien hubiese metido a Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera juntos en una celda con rejas, una de dos, o se hubieran ido matando entre ellos a mordiscos, o quizá a día de hoy ya tendríamos Gobierno.
EL ALMA ES UNA GLÁNDULA
Nos ha advertido Iker Jiménez (Cuarto milenio, Cuatro) que el alma penetra en el cuerpo a través de la glándula pineal que tenemos en el cerebro. Dice que ocurre a las siete semanas de vida del feto. Y asegura que por ese mismo lugar también sale el alma, hacia el éter, cuando uno se muere. De esto último discrepo. Conozco a varios que el alma ya les abandonó hace tiempo. Y no están muertos.
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