Pairolí

josep maria Fonalleras

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Cuando ya sabía que su enfermedad era terminal y que los días que él había descrito llegaban a un fin ineluctable, Miquel Pairolí -tal y como explican sus amigos- dijo que era «demasiado pronto». No era una queja que ocultaba el deseo de ir más allá de los 55 y llegar, no sé, hasta los 80 años. No era una queja con el deseo de alcanzar la categoría del escritor provecto, que lo pasa todo por el tamiz de la larga experiencia. Pairolí, por antecedentes familiares, intuía que no viviría mucho tiempo, pero al menos anhelaba 10 o 12 años más, para tratar de completar su obra, para escribir con dedicación constante y una mirada única. Pronto se cumplirán cinco de su fallecimiento y, en su último texto, que fue leído durante su funeral, daba las gracias a todo lo que le había aferrado a la vida, desde un poema de Kavafis a un concierto de Beethoven, desde los viajes a los caminos rurales. «Bebed el vino», decía, «disfrutad de la miel, que la vida es breve y pasa, y todo es ahora y nada más».

Este fragmento final está incluido en la edición de sus tres dietarios ('Paisatge en flames', 'El enigma' y 'Octubre') que acaba de publicar la Biblioteca Fundació Valvi. Es una pequeña joya que no ha triunfado por Sant Jordi pero que estará, seguro, en la historia de la literatura catalana. Tanto por su aportación periodística como por la profundidad y la agilidad de su narrativa, por la elegancia, el registro sabio y medido y la serenidad de su memorialística.