opinión

Los odiosos dieciocho

Reunión de los equipos negociadores de PSOE, Podemos y Ciudadanos, en el Congreso de los Diputados.

Reunión de los equipos negociadores de PSOE, Podemos y Ciudadanos, en el Congreso de los Diputados. / periodico

MARC PÉREZ-SERRA

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El resultado no fue ni tan apabullante, ni por supuesto y afortunadamente en absoluto sangriento, como en la película de Tarantino. Pero la propia composición del encuentro ya presagiaba que la reunión entre las tres fuerzas políticas reunidas en la sala Lázaro Dou del parlamento, no terminaría en pacto para la gobernabilidad. Reunir a dieciocho personas en una sala para que sellen un compromiso no parece muy buena idea, salvo que en realidad a lo que se quisiera llegar fuese un buen desacuerdo. Que es lo que ha resultado ser. Un desacuerdo sincero, eso sí. Y a cara descubierta.

A vueltas sobre el rodaje de la película “Doce hombres sin piedad”, (siempre el cine) su director Sidney Lumet sentenció: “ Vamos a estar en una habitación. ¡Aprovechemos el dramatismo de la situación!” Y vaya si la aprovecharon nuestros próceres. Semejante afirmación parece hecha a medida para la reunión del jueves. Las tres formaciones,   saben tanto como el insigne cineasta en esto de tener sentido de la escena. Ya sea en un plató televisivo o en el Congreso de los diputados. A esto, nadie les gana.

Ahora, a la espera de la decisión que vayan a tomar las bases de Podemos, todo parece indicar que no habrá pacto y se convoquen de nuevo elecciones.

Así que el presidente en funciones esperará pacientemente la sabia decisión de los vástagos del chavismo, al tiempo que sigue preparando el sepulcro político de Pedro Sánchez. ¿Y Susana Díaz? Comprándose un billete para Madrid disfrazada de bandera andaluza. ¿Y el propio Pedro Sánchez? preparando su penúltima escena antes de que le caiga el telón encima. Aunque la prudencia invita a no dar nada por definitivo a estas alturas de la tragedia. Cualquiera está a tiempo de terminar con la daga en el pecho y Sánchez ya ha demostrado capacidad de resistencia y una sonrisa eterna.

Mientras, y ya de paso, en las Galias, el parlamento catalán se conjuraba un día más para recordarse a si mismo que quiere la independencia. Acto seguido, sus ilustres diputados se levantaron de sus escaños, se aplaudieron, se abrazaron, y se fueron a almorzar. Y por lo que se pudo comprobar, luego por la tarde, todo seguía en su sitio. Que es de lo que se trataba. Faltaría más.

Puede que hayamos llegado a ese punto de gracieta colectiva en el que la parodia y la realidad se funden en un dulce magma que transita biscosamente de Polonia Catalunya en peliagudo traspase de flacidez. Y nos da la risa.