MIRADOR
Penitencia para los políticos
Como no podemos crucificarlos, los políticos nos crucifican con su irresponsabilidad
Xavier Bru de Sala
Escritor y periodista.
XAVIER BRU DE SALA
Penitencia para los políticos, paciencia a los ciudadanos. Como no podemos crucificarlos, nos crucifican con su irresponsabilidad. Encima, predican de ellos mismos que actúan no por intereses personales, sino en nombre del bien común o con el fin de preservar la voluntad democrática. Mienten. Mienten como a menudo mienten los relatos de la historia. Si tenemos en cuenta que a Jesús de Nazaret lo mataron los romanos, solo los romanos, y que como mucho algunos judíos, judíos como él mismo, pidieron que lo condenaran; si comparamos la verdad con la versión, de origen cristiano, aplaudida y asumida más adelante por los romanos, que exculpa la autoridad de Roma para cargar las culpas a los judíos y acusarlos con falsedad de la muerte del hijo de Dios; si pensamos un poco en el simplismo egoísta que se suele esconder detrás las versiones interesadas de los hechos, estaremos en condiciones de acusar a tres líderes políticos de engaño a la ciudadanía.
En un país democrático normal, un resultado como el del 20-D es normal, y es normal la formación de coaliciones. El ganador dispone de una ventaja inicial, pero el objetivo de todos es la formación de una mayoría, lo más amplia y estable posible. En un país democrático normal, el líder conservador, de haber ganado sin mayoría, habría ofrecido la vicepresidencia del Gobierno al líder socialdemócrata, de haber quedado segundo, además de un Gobierno proporcional y un programa que limase los excesos de la derecha y diera satisfacción a las principales reivindicaciones de la izquierda. Todo ello según el principio de que los grandes acuerdos hacen mayores a los países, aunque el país no sea grande. ¿Ha propuesto Mariano Rajoy nada que se le parezca? Por el contrario, quiere mandar como si tuviera mayoría absoluta. Egoísmo y engaño. Voluntad de poder sin límites contra el resultado de las urnas, incluso contra la conveniencia de su partido.
En un país democrático normal, un líder en la posición de Pedro Sánchez habría optado por una de las dos mayorías, o de izquierdas, con Podemos más los periféricos y con él de presidente del Gobierno; o la gran coalición, con él de número dos. No ha hecho ni lo uno ni lo otro, sino lo contrario: bloquear las dos salidas posibles (las dos únicas que permiten las matemáticas parlamentarias) y abrazarse al último de la fila (como si no fuera tanto o más de derechas que el PP) con el único fin de disimular y de quedar bien. Egoísmo y funambulismo. Ganas personales de escalar en vez de asumir la derrota histórica de su partido.
Si Pablo Iglesias hubiera pospuesto su soberbia al deseo de un Gobierno de cambio y de izquierdas, en vez de exigir la vicepresidencia, habría ofrecido los votos de Podemos al PSOE. No gratis, sino solo a cambio de no pactar con la derecha.
Penitencia para los tres. Para nosotros, paciencia.
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