Editorial

El conflicto del metro, última llamada

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Es hora de apurar el diálogo. Así cerrábamos el pasado miércoles el artículo editorial sobre la amenaza de varias jornadas de huelga en el transporte público de Barcelona la próxima semana, coincidiendo con la celebración del Mobile World Congress, que atraerá a más de 100.000 visitantes. Aquella invocación al diálogo hecha a sindicatos y a la empresa metropolitana de transportes (TMB) se convierte hoy en una exigencia in extremis tras la decisión de los trabajadores de mantener el paro de dos jornadas en el metro, medio que utilizan 1,3 millones de viajeros cada día y especialmente muchos de los asistentes al congreso. Sin contar, además, con que la cita tenía que ser la prueba de fuego de la recién inaugurada L-9, que comunica la ciudad con el aeropuerto. Los servicios mínimos decretados por la Generalitat -el 50% en hora punta- paliarán pero no evitarán los problemas a los ciudadanos y a los estratégicos visitantes.

Los representantes sindicales del metro -el bus aún ha de votar un preacuerdo- han justificado la decisión en que la compañía ha dilatado la negociación y llega tarde y mal a la solución de los puntos calientes del convenio, sobre todo los que hacen referencia a la precariedad de contratos y al aumento salarial. Reconocido en la Constitución, el ejercicio del derecho a la huelga resulta plenamente legítimo como una medida de presión que adquiere fuerza excepcional cuando, como en este caso, las consecuencias que produce alcanzan notoriedad extra. Sin embargo, el fracaso que supone una huelga de este tipo, que entorpece la vida ciudadana, dificulta la movilidad de los barceloneses y de miles de visitantes, constituye argumento añadido para no cejar en el diálogo. Si no, el crédito de los convocantes quedará tocado y se puede extender la desconfianza de una ciudadanía que, a diferencia de otros tiempos mejores, soporta la lacra del paro o la incertidumebre que genera la precariedad, y que ve a esos trabajadores como beneficiarios de privilegiadas condiciones laborales. Pero tampoco TMB puede eternizar sus contrapropuestas esperando que la presión de la cita desacredite a sus empleados.

Queda poco margen, pero hasta el domingo por la noche hay tiempo para el acuerdo. Muchos ejemplos hay de que perseverar en la negociación acaba dando frutos. Que nadie se levante de la mesa.