L'ATZUCAC

"Papá, déjame jugar"

JOAN B. GALÍ

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Unos padres discutían bajito, sentados en el banco de una de las múltiples plazas de Gràcia. "A mí no me gusta, que quieres que te diga", renegaba él. "¿Y qué tenemos que hacer, regalarla?", respondía ella. A su lado un niño de unos nueve años jugaba apaciblemente con su Nintendo. "No, pero no quiero que esté todo el día perdiendo el tiempo". Ella lo miró con ironía: "Pobrecillo, si a duras penas le dejas los fines de semana". El padre, finalmente, le arrebató la consola de las manos: "Si quieres, tienes el libro que te trajeron los Reyes", zanjó enfrentándose a la cara de frustración del pequeño. Este cogió el volumen a regañadientes. A los pocos minutos soltó: "Este es un rollo". Papá le dijo que o lectura o a correr por la plaza.

A papá no le importaba lo que sucedía en la pequeña pantallita. Él se limitaba a llamarlo "el trasto". Quizás estaba jugando a alguna aventura de piratas. O envuelto en una truculenta historia de fantasmas de inspiración romántica. Pero esto a él no le importa. A papá le convendría repasar la historia de la aparición de los nuevos formatos culturales. Como el teatro, que fue considerado un vulgar pasatiempo. O el cine, mera curiosidad de la técnica para distraer a los obreros. Poco tiempo después acabarían siendo ventanas para expresar la cultura en todo su espectro. A papá, preocupado por el futuro de su hijo, convendría recordarle que la industria del videojuego es la que más ha crecido y más ganancias ha dado la última década.

Este trío familiar es el síntoma de una jerarquía cultural obsoleta. En su Olimpo se encuentra el arte, la literatura, la música (clásica), la escultura, la pintura, la poesía... Por desgracia para el pequeño, el videojuego aún se encuentra emergiendo de una laguna Estigia asociada a la mediocridad. Lo nuevo asusta. Es cierto que todas las formas de arte, en su juventud, pecan por ser algo rudimentarias. No mentiría quién afirmase que no encontraremos aún un juego que rivalice con Proust, Joyce o Tolstoi. Pero pese a la cerrazón de algunos, en este nuevo mundo ya empiezan a aparecer los primeros clásicos. Obras con relevancia artística y narrativa. Pese a los prejuicios, la pantalla es lo que seduce ahora. Papá, más que preocuparse por censurar "el trasto", debería ocuparse de qué aparece en él.