EL LEGADO DEL FILÓSOFO JUAN VILLORO

La alternativa

Desde 1994 no han faltado noticias de Chiapas, pero muy pocas sobre el heroísmo de la vida diaria en las comunidades zapatistas

JUAN VILLORO

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El Fondo de Cultura Económica acaba de publicar 'La alternativa', libro póstumo de Luis Villoro, que incluye su correspondencia con el subcomandante Marcos, ahora Galeano. Como señala Luis Hernández Navarro en su documentado y sugerente prólogo, estamos ante el legado de un filósofo que a los 74 años se acercó a las comunidades zapatistas para aprender de ellas. Al cumplir los 91, terminó el volumen que ahora circula.

No es fácil hablar de los parientes, y menos si se dedican a la filosofía. De niño temía el momento en que mis compañeros hablaran de los oficios de sus padres, que desempeñaban profesiones comprensibles. Cuando llegaba mi turno, mencionaba la palabra filósofo y tartamudeaba una explicación: «Es alguien que busca el sentido de la vida». Naturalmente, mis amigos pensaban que mi padre se la pasaba en las cantinas, indagando la existencia al compás de los mariachis. Michel Tournier escribió un ensayo de título ejemplar, 'La dificultad de ser hijo', acerca de la tensa relación entre Klaus Mann, autor de la estupenda novela 'Mefisto', y su incomparable y egregio progenitor, Thomas Mann. En efecto: no resulta fácil hablar de los parientes.

Una interrogante perturbadora

El trabajo de mi padre representó un enigma hasta mi adolescencia. En retrospectiva, advierto que practicaba la filosofía en muy diversas zonas. Cuando el equipo visitante entraba a la cancha de Ciudad Universitaria, encaraba a quienes lo abucheaban y los conminaba a aplaudir: «¡Son nuestros invitados!, ¿qué sería de nosotros sin el beneficio de tener rivales?». Los vecinos de asiento aplaudían para no enfrentar otra perturbadora interrogante. 

Si alguien se metía en la fila para comprar entradas en el cine, se acercaba al intruso y le hablaba de los méritos de la precedencia y el valor moral de merecer un sitio en la cadena del ser. Sus palabras eran tan extrañas que solían tener éxito. Cuando yo le pedía dinero, se dirigía a uno de los muchos tomos azules que integraban la versión en alemán de las 'Obras completas' de Marx. Naturalmente, sus ahorros estaban en 'Das kapital'.

Crecí con un padre que buscaba el significado profundo de las cosas y se desesperaba ante los misterios de la vida diaria. Odiaba los trámites burocráticos, pero se tranquilizaba si eso le permitía hablar de Franz Kafka o Max Weber. La representación del mundo fue su más genuina realidad hasta que encontró en Chiapas otra realidad. Sus últimos apuntes tratan de la relación entre budismo y zapatismo: la negación del yo y el entendimiento de la vida y la lucha social como un camino que se descubre al avanzar.

Mi padre murió en marzo del 2014. En los homenajes póstumos que recibió se impuso cierto diagnóstico académico: Luis Villoro criticó con lucidez el presente, pero imaginó con excesivo romanticismo la sociedad por venir. En un clima dominado por el pragmatismo y el temor a las utopías, concebir un mundo que no existe parece un anhelo desmesurado. Sin embargo, no ha sido otra la tarea de la filosofía, de Platón a Giorgio Agamben, pasando por Charles Fourier y Simone Weil.

Otras formas de mando colectivo

A partir de la experiencia de las Juntas de Buen Gobierno en la zona zapatista de Chiapas, 'La alternativa' plantea la necesidad de pasar de una democracia representativa a otras formas más directas de mando colectivo. ¿Puede la política coexistir con la ética? Sí, siempre y cuando el ejercicio del poder sirva a la comunidad y no sea un fin en sí mismo. 

Desde 1994, no han faltado noticias de Chiapas, pero lo más importante apenas ha sido cubierto: el heroísmo de la vida cotidiana, la paciente transformación de una de las regiones más pobres de México en un tejido multicultural, donde el 'nosotros' se pronuncia más que el 'yo'. 

'La alternativa' menciona los logros en salud, educación y combate a la discriminación de los 'caracoles' zapatistas, y se concentra en la idea que hace eso posible: el dibujo de otro mundo. 

Replicar ese ejemplo a nivel nacional, ¿es una ilusión tan inasequible como el Nuevo Mundo Amoroso de Fourier, donde el mar tendría sabor a limonada? La alternativa no propone desechar la democracia, sino cambiar las reglas de participación para poder actuar directamente en la cosa pública. No hay cambio político sin imaginación. Solo viaja a la Luna quien primero es criticado por estar en la luna

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