Cuando el futuro se hace presente

Desconozco el deporte del béisbol, nunca lo entendí, pero hace un par de días me contaron la historia de los Chicago Cubs. Resulta que este equipo es el más antiguo en activo en los Estados Unidos: fue fundado en 1870 y desde 1876 juega en la liga de béisbol. La última vez que ganó el campeonato fue en 1908, por lo tanto, tal como suelen decir sus aficionados, lleva «108 años de sequía». Su mala racha es tan famosa que en 1989, en la segunda parte de la película Regreso al futuro, sus guionistas imaginaron que en octubre de 2015 -ahora- los Cubs ganaban el título de campeones. Para los aficionados al béisbol de Estados Unidos era una idea imposible, tan alocada como si ahora alguien pronosticara que en el 2040 el Espanyol -o el Huelva, o el Numancia- ganará la Liga de fútbol.

Esta semana hemos llegado al futuro que retrataba la película de Robert Zemeckis -el 21 de octubre del 2015- y esa trilogía tan divertida ha vuelto a dar la vuelta al mundo. Se le han hecho todo tipo de homenajes y muchos medios se han dedicado a comprobar si las predicciones de entonces, hace casi tres décadas, se habían cumplido o no. La de la victoria de los Cubs de Chicago era una de las más improbables, y sin embargo resulta que este año los Cubs han llegado a las semifinales del torneo. El miércoles, precisamente el 21 de octubre, perdieron ante los Mets de Nueva York el partido definitivo que les habría permitido jugar la final, pero durante varios días la mayoría de aficionados -también de otros equipos- les animaron con ganas, solamente porque querían que se cumpliera la predicción de Regreso al futuro II.

Al final se impuso la cruda realidad y no pudo ser. Los Chicago Cubs sumaron un año más sin títulos, ampliando su leyenda negativa, pero la emoción valió la pena. Las profecías y predicciones del futuro nos atraen porque son una forma de mirarle a la cara al destino, de decirle que no nos da miedo, pero aún nos gusta más cuando se cumplen, porque de repente nos sentimos como dioses que creemos controlar nuestras propias vidas. Es como jugar a la lotería convencido de que vas a ganar, una pura ilusión.