La encrucijada catalana

Del derecho a decidir al de construir

Los partidos, las instituciones y la sociedad civil tienen ahora el reto de definir los nuevos pasos a dar

ERNEST BENACH

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Las elecciones del pasado 27-S han dejado sobre la mesa nuevos interrogantes, pero al mismo tiempo han aclarado otros que hacía tiempo que parecía que no tendrían nunca respuesta. De los resueltos, destacaría la impresionante participación que valida la victoria de las fuerzas independentistas.

Pero quisiera centrarme aquí en dos de los nuevos interrogantes. El primero de estos es saber qué pasará con el sistema de partidos hasta ahora vigente en Catalunya. Es cierto que, a diferencia delo que ocurre en España, aquí no ha existido nunca el bipartidismo, aunque en determinadas épocas las grandes cuestiones se resolvían entre dos formaciones, CiU y PSC.

Pero he aquí que las cosas han cambiado mucho. CiU ya no existe. CDC ha participado en una amplia coalición que defendía el Estado propio sin matices ni rodeos, mientras que UDC ha fracasado en su primer intento electoral en solitario. Y el PSC es evidente que desde la época en que Pasqual Maragall conseguía 52 diputados frente a Jordi Pujol, ha perdido hasta la camisa por el camino. Ahora ya solo son 16, lo que se ha presentado como un resultado digno, pero que demuestra que el suelo se ha movido a los pies de todos. Continuando el repaso, el PP sigue en caída libre, quedándose con 11 diputados. ERC se ha coaligado con CDC en Junts pel Sí (los triunfadores de la noche electoral a pesar de todo) y una parte importante del soberanismo de raíz cívica, además de otros colectivos provenientes del socialismo soberanista o de UDC. Precisamente de estas dos grandes familias surgen nuevas formaciones, Demòcrates de Catalunya y MES.

Para terminar el repaso, es evidente que las formaciones emergentes han cosechado un buen resultado. Tanto la CUP, también en el frente del sí, como Ciudadanos, el mejor resultado del frente del no pero a mucha distancia de la primera fuerza, son ejemplos claros de fuerzas emergentes. Capítulo aparte merece ICV que en coalición con Esquerra Unida i Alternativa, y con otra de las formaciones emergentes que en las elecciones municipales obtuvo un buen resultado, Podemos, han pinchado. El invento no ha funcionado y ha dejado en un cruce muy difícil a ICV.

Por lo tanto, me atrevo a decir que el mapa de partidos de nuestro país comienza a desmenuzarse por activa (nuevas coaliciones y formaciones emergentes) o por pasiva (descalabro o mal resultado de formaciones tradicionales). Aparte de esto comienzan a asomarse nuevas formaciones y todo ello hace pensar que en poco tiempo y en función de cómo vaya el proceso soberanista, el mapa de partidos, coaliciones y movimientos en Catalunya aún evolucionará mucho más. Tras los movimientos que ha habido, y todavía habrá, es evidente que se deberá de recomponer muchas cosas y se abrirán nuevos escenarios, que toman un interés especial porque también irán muy ligados a la renovación o incluso a la refundación que muchos partidos tendrán que hacer. Queda claro, hoy más que nunca, que el sistema de partidos está en crisis, y que hay repensar el sistema y los partidos.

¿Y AHORA QUÉ?

Todavía un segundo interrogante. ¿Y ahora qué? Es decir, a partir de ahora, ¿cuál es la evolución del proceso? ¿Qué pasos habrá que seguir una vez constituido el nuevo Gobierno y con el nuevo Parlamento en pleno funcionamiento, si es que esto acaba sucediendo? Y la sociedad civil, que ha tenido un papel capital en la historia de este país en los últimos años y que ha provocado un auténtico descalabro en la política catalana, ¿qué tiene que hacer a partir de ahora?

El derecho a decidir ha sido la reivindicación constante y mayoritaria de la sociedad catalana desde el último intento fracasado de encontrar un encaje de Catalunya en España. Y el derecho a decidir se ha tenido que ejercer a escondidas y por la puerta trasera. En primer lugar con un ejercicio de responsabilidad colectiva como fue el 9-N. Y luego con unas elecciones disfrazadas de referéndum que si una virtud tienen es que han dejado más claro que nunca que el pueblo de Catalunya no se conforma en absoluto con la situación actual, y que ha iniciado un proceso, un camino que nadie sabe cómo acabará, pero que en ningún caso se quedará quieto ni será estático.

Y entonces surge la pregunta del millón: ¿y ahora qué? La respuesta es sencilla: Catalunya, sin abandonar el derecho a decidir, debe empezar a ejercer el derecho a construir. Y construir es más complejo que decidir. Pero el país sabrá encontrar las fórmulas que sean adecuadas para hacerlo bien. Los partidos –renovados o no– la sociedad civil, las instituciones nacionales y locales y el conjunto de la población tienen un reto todavía más gigantesco: empezar a construir.