APUNTE
Pequeñas preguntas de cada día
Para descansar y distraerme, aparto la vista de lo alto y me fijo en lo más nimio
Josep Maria Pou
Actor y director teatral
JOSEP MARIA POU
Tan preocupados andan por los gestos históricos (también por las gestas históricas) como despreocupados por lo cotidiano. Actitudes solemnes distraen el apetito, pero no quitan el hambre. Y hay quien tiene hambre, frío y sed de justicia. Una sed que no calman tumultos en tribunales, sino leyes, decretos y medidas concretas; labor de gobierno, en una palabra. Pero ellos andan en otros menesteres. Han pasado ya tres semanas desde el 27-S y es como si los votos se hubiesen esfumado. Se impone el silencio. Y parece que, también, el olvido. Conversaciones en letargo
-tiempo al tiempo- que pueden llevarnos a otras elecciones en menos que canta un gallo. Y lo que es peor (o mejor, según quien lea): al cansancio, al hastío, al descreimiento.
Por descansar y distraerme, para quitarme de encima la púrpura que nos echan encima con cada discurso, aparto la vista de lo alto y me fijo, esta semana, en lo más nimio. Me olvido de las grandes preguntas y me concentro en el por qué de las cosas pequeñas.
Por ejemplo, ¿por qué esa costumbre en bares y cafeterías de este país (léase Catalunya) de servir el cruasán del desayuno, el brioche de la merienda y el sándwich (bikini) de entre horas encima de una servilleta y no directamente sobre el plato? Pregunto. Me responden que es por higiene, para que el alimento no tome contacto con la loza. ¿...? ¿Se da por supuesto, entonces, que la limpieza de la vajilla no es la adecuada? ¿Y por qué, entonces, no me ponen una servilleta debajo del entrecot, el revuelto de gambas o la mismísima sopa de pescado? Que alguien me explique, por favor, cómo puedo evitar que al cortar educadamente con tenedor y cuchillo un sándwich mixto, el queso fundido que derrama inevitablemente por los costados se adhiera a la servilleta y yo termine por llevarme a la boca una masa informe de lácteo y celulosa? Por no hablar del almíbar del cruasán y el glasé de las palmeras, que también tienen lo suyo.
Sin respuesta
Otra pregunta sobre lo nimio: ¿Por qué los recibos de los taxistas tardan tanto en imprimirse? Es la única máquina que conozco cuyo rendimiento es inferior al de la mano del hombre. Las impresoras de los taxis -tra tra tra tra, ametralladora impasible- son capaces de acabar con la paciencia de Job. ¿Por qué?
¿Y por qué pregunto, me pregunto, por lo que sé que no tiene respuesta?
Pues para olvidarme por unas horas -el sábado lo merece- de las grandes preguntas.
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