La clave
Poner fin
Las elecciones del domingo ponen a prueba nuestra cultura democrática tras 37 años de la Constitución
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
ALBERT SÁEZ
Lo lees en el diario a toda página y te inquieta. «Poner fin: objeto o motivo con que se ejecuta algo, terminar, morir», dice el diccionario. Poner fin a algo no es solo eliminarlo, pretende destruirlo. O lo puede hacer. Palabras gruesas, como tantas que se dicen estos días, no todas en foros de trascendencia equiparable. No tiene el mismo valor -sí la misma gravedad- que lo improvise un activista en un tuit que si lo incluye una asociación en un anuncio largamente meditado y elaborado. Como tampoco es de igual calaña que un aficionado del Barça exhiba una estelada en la final de Berlín que el gesto de todo un regidor, Alfred Bosch, en el balcón del ayuntamiento durante las fiestas de la Mercè.
Lo más delirante del asunto es que alguien pretenda «poner fin» a algo a través de unas elecciones. La democracia decide la ponderación de la fuerza de cada propuesta política con el objetivo de repartir el poder para solucionar los problemas planteados. Pero la democracia presupone que los litigantes sigan coexistiendo tan pacíficamente como han competido en las urnas. Las fuerzas democráticas no pretenden en ningún caso la destrucción de sus adversarios. Las mayorías y las minorías funcionan con esta lógica.
LAFUERZA DE LOS RESULTADOS
Las elecciones del domingo no van a poner fin a nada ni a nadie, ni a los secesionistas ni a España. Van a servir para decidir quién dirige este país, con qué alianzas y con qué programas. Y hacia dónde lo dirige, ciertamente. Los que finalmente sean mayoría deberán administrar sus actos en relación a la fuerza de sus resultados, sin intentar, en ningún caso, poner fin a quienes queden en minoría. De manera que su impulso no puede ser en ningún caso eliminarlos, sino arbitrar la convivencia y buscar salidas a planteamientos que parecen a primera vista irreconciliables. Y quienes sean minoría traicionarían a la democracia si pretendieran deslegitimar a la mayoría, lo cual no significa dejar de controlar sus posibles excesos si se produjeran.
Las elecciones del domingo ponen a prueba nuestra cultura democrática tras 37 años de la Constitución. Es el momento de poner las palabras en hechos.
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