Oportunidad

JOAN SOLÉ

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Tres grandes bloques: independencia, reforma o centralismo. Las elecciones de este 27-S se mueven alrededor de un triángulo político que a la práctica se distribuye en dos frentes, uno formado por Junts pel Sí y la CUP-Crida Constituent que representan el ‘sí’ a un Estado propio, mientras los del ‘no’ lo agrupan las fuerzas centralistas o reformistas. No es sólo una perspectiva personal, lo es también en Europa y para muchos medios internacionales que interpretan en un mismo lado a PP, C’s, CSQP, UDC y PSC como fuerzas contrarias a una Catalunya independiente.

Me hacía memoria un compañero socialista de la desafortunada oportunidad que tuvo la izquierda catalana y española para encontrar un encaje que la derecha nunca emprenderá. Con Zapatero en la Moncloa y Maragall y Montilla en la Generalitat durante siete años, la izquierda socialista no pudo resolver el espacio de Cataluña que, a través del Estatut, hizo su penúltimo intento para reformar España. El menosprecio al documento estatutario aprobado por el Parlament de Catalunya y ratificado en referéndum por sus ciudadanos fue la constatación de un muro invisible entre dos cuerpos políticos que por muy buenas intenciones que pongan sobre la mesa, nunca acaban a buen puerto. Hoy en día, la fórmula que apuesta por una Catalunya mejor en una España diferente parece la reedición de un modelo caduco e impotente. El espíritu reformista se funde ante la esperanza de la autogestión política.

Lo más dramático de la oportunidad que perdieron el PSC, PSOE e ICV-EUiA no es el hecho de llegar a un punto en que una autonomía decide emprender el camino para acontecer un Estado y tener las herramientas que no le cede el poder central, es constatar que la palabra de un presidente del gobierno español está por debajo de la de los tribunales que se encargan de restablecer la orden. Ya no es una disputa política, es la verificación de un sistema estático que no quiere ni permitirá ningún cambio o reforma. Aquello que la política emprendió y el pueblo aprobó para resituar el estatus político de Catalunya dentro de España lo impidió un tribunal, el Tribunal Constitucional.

El 27S quienes apuesten por la reforma saben que implícitamente están bajo la tesis del inmovilismo. El Estado español está formado por un sistema que no perderá el control, ya lo dijo Manuel Azaña, "el Estado español son oligarquías que llevan siglos acampadas en el Estado”. No es casualidad que Pablo Iglesias rompa la línea republicana de Podemos y pase de decir “Si Felip VI está tan preparado, que se presente a unas elecciones” a aplaudir el monarca por tener un discurso que “podría asumir cualquiera” y destacar que hace "gestos muy inteligentes en la coyuntura política que revelan una lucidez que quizás no tienen otras instituciones, independientemente de las consideraciones que le damos". En política nada es casualidad.

Una oportunidad

Si algo nos está enseñando este proceso es que todo esto ya no va de banderas ni orígenes, sino de oportunidades. Si todo se redujera a un cambio de tejidos la evolución de los hechos no hubiera abrazado a tanta gente. La simplificación, o cómo diría Ockham, la explicación más sencilla, suele ser la correcta. Cuando la troika de los recortes y el sistema bancario rescatado con fondos públicos no se quedan quietos ante el 27-S es porque saben que su sistema, la oligarquía que durante un tiempo se asustaba con Podemos pero que puede controlar como Siryza, tambalea.

Es la oportunidad de poner en jaque un sistema que hasta ahora ha permitido prácticas abusivas y sin responsabilidades. Es la oportunidad de marcar el septiembre del 2015 como una fecha que acompañe a otras como el mayo del 68. Es una gran oportunidad.

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